domingo, 31 de marzo de 2019

Curiosidad

  El atardecer hacía que la línea del horizonte sobre el mar pareciera estar ardiendo a fuego lento. Desde arriba de aquel acantilado la vista era una verdadera obra de arte de la naturaleza. La suave brisa templada traía consigo el olor a sal y a tierra seca, calentada durante todo el día por el sol. Se alcanzaba a oír el vaivén de las olas que llegaban pacíficamente a la pequeña playa, unos quince metros por debajo de donde él se encontraba de pie, apoyado sobre el capó de su coche y mirando hacia la nada.

  No pensaba en nada en ese momento, ya había pensado en todo lo que había que pensar miles de veces, durante las veinticuatro horas del día, las últimas semanas. Todo le parecía inútil.

  <<Para qué seguir con esto…>> se dijo a sí mismo, tras unos instantes más. Se incorporó y cubrió los tres o cuatro metros que le separaban del borde del precipicio, sin prisa pero sin pausa, hasta que estuvo justo en el límite de la roca. Siempre había tenido algo de vértigo y esta vez no era una excepción, lo cual resultaba algo irónico. <<Bueno… aquí estoy…>> el pulso se le había acelerado de repente, y respiraba más rápido. Nunca se había planteado qué hacer llegado un momento así, si contar uno, dos y tres, o hacer una cuenta atrás, o dejar el eco de un último intento de frase profunda emocionalmente que llegara muy hondo en la mente y el corazón de alguien, aunque allí no había nadie más en cuatro o cinco kilómetros a la redonda. Y fue en esos momentos de vacilación cuando a cierta distancia se hicieron audibles los pasos de alguien que venía por uno de los senderos de las rutas de senderismo que transcurrían por la zona.
  <<Esperaré a que pase de largo…>> pensó, pero para su sorpresa los pasos, ya a unos metros de él, se detuvieron.

  -Hola, buenas tardes.

Miró a la mujer. Quien le sonreía tras saludarle. Era joven, debía tener poco menos de treinta, unos cuantos menos que él, que ya los había superado tres años atrás. Por un momento se quedó sin saber qué decir, no esperaba toparse con nadie, de hecho en su mente creía que no iba a volver a hablar con nadie ya.

  -Buenas tardes… -curiosamente una sonrisa acompañó esa réplica, aunque probablemente era por la costumbre.

Tras devolver el saludo volvió la vista de nuevo hacia el fondo del precipicio, el corazón le dió un vuelco y dio un paso atrás súbitamente, en un acto reflejo.

<<Joder… Cálmate… Es lo mejor…>> se decía. <<En cuanto se vaya, sin vacilaciones…>>.

Pero pasaron muchos minutos, una hora incluso, más de una hora… Y aquella chica seguía allí, admirando el paisaje tranquilamente, hasta se había sentado con las piernas cruzadas. Al ver que él la estaba mirando, volvió a hablar, sonriendo.

  -Precioso, ¿eh?. No mucha gente sabe apreciar estas cosas como para pasar horas así, a mí me encanta -dijo, apartándose unos mechones castaños de su melena corta que la brisa había esparcido por su rostro, mientras volvía a admirar el paisaje.

  -Eh… Sí, es muy bonito… -acertó a decir él.

  -Tanto que hasta para morir querríamos un lugar y un momento así, antes que cualquier otro.

  Él la miró un tanto alarmado, aunque quizá sólo había sido un comentario como cualquier otro por parte de ella, tan solo para dar énfasis a lo muy bello que le parecía aquello y lo mucho que le gustaba.

  -Sí, la verdad que sí…

  -Hace unos tres años que vengo a veces, esto es como un santuario para mí. Aunque en realidad conozco este lugar desde hace mucho más. Desde que un día estuve de pie justo donde tú estabas cuando he llegado, con la misma intención.

  Él se quedó en shock un momento. Cual delincuente pillado con las manos en la masa. No debería importarle, pero la verdad era que sentía cierta incomodidad, o vergüenza por que alguien le hubiese descubierto el plan.

  -Tranquilo, sé cómo te sientes -siguió ella, regalando otra sonrisa-. O al menos así por encima. No sé cuál es tu historia, pero al final eso importa poco, cada uno siente en su propia escala. En mi caso hace… Bueno, muchos años, me diagnosticaron leucemia. Y fue encima en el peor momento de mi vida, con otras muchas cosas que acababan de pasar y estaban pasando… Quizá si "sólo" -enfatizó ese sólo con un gesto- hubiera sido eso podría haber soportado la idea de seguir adelante y luchar, pero con todo… Ya estaba muy cansada.

  -¿Con todo? -le salió automáticamente a él, aunque en el mismo instante después se dio cuenta de su indiscreción-. Perdona, es que pareces bastante joven y como has dicho muchos años…

  -El sufrimiento no entiende de edades -en lugar de sentirse ligeramente ofendida o contrariada, siguió sonriendo-. Como he dicho, cada uno siente en su propia escala de valores. Y cuando supe lo de la leucemia fue como la última puñalada. Así que vine aquí y ahí estaba, como tú.

  -¿Y qué te frenó?

  -Lo mismo que ahora te frena a ti, la curiosidad.

  Él quedó perplejo y ella siguió explicando, sonriendo al ver su expresión de desconcierto.

  -Llegué a la conclusión de que al final, si tenía que morir moriría irremediablemente, y de hecho eso sigue vigente. Y no sólo para mí, para todo el mundo. Así que pensé en la otra posibilidad, que lo superase y siguiese viviendo. De pronto imaginé una vida llena de momentos, unos duros y tristes, pero otros muy felices, dulces, tranquilos, excitantes… Me di cuenta de que quería vivir estos últimos y no me importaba pasar por los primeros. ¿Sabes? Es como una necesidad, la curiosidad incombustible del ser humano -rió tras decir esto último en tono grandilocuente.

  Él la miró, embelesado por aquella aura que ella desprendía de repente y que no sabía explicar.

  -¿Qué? -preguntó ella al ver su mirada.

  -Yo mismo me he dicho cosas parecidas, pero nunca han tenido el efecto que acaban de tener dichas por ti.

  -Bueno, ¿qué más da?. Lo importante es darse cuenta. El caso es que han pasado todos esos años y la superé, y todo lo demás también. Y ahora no puedo vivir sin venir de vez en cuando a pensar en todo lo que valgo y lo maravillosa que puede ser la vida si le dejas.

  Tras decir esto ambos siguieron mirando un momento el paisaje. La última luz anaranjada del horizonte casi se había apagado por completo, y algunas estrellas ya mostraban sus mejores galas.

  -Se te ha hecho de noche -dijo él.

Ella se encogió de hombros, risueña.

  -¿Te apetece cenar algo en algún chiringuito de la playa? -preguntó él, tras pensárselo bastante.

  -¿Curiosidad? -soltó ella, sonriendo.

  -Exacto -rió el.

La ayudó a levantarse, subieron al coche y se perdieron por la pequeña y solitaria carretera que bajaba hasta la autovía que les llevaría a cualquier lugar a cenar, tomar una copa en alguna terraza respirando el mismo aire salado y a seguir con sus vidas después...


...¿Y luego? Anda, buscad vuestra propia curiosidad y dejad que él y ella disfruten de la suya eternamente en este relato.

martes, 19 de marzo de 2019

La decisión, el tonto del pueblo y el salto.

   Abrí los ojos y la luz del sol, allá en lo alto, me deslumbró durante un instante, mientras mis pupilas se acostumbraban a ese primer impacto. Luego el azul claro del cielo comenzó a aparecer lentamente. Sentía como un mullido colchón de paja a mis espaldas. Me hallaba tendido en el suelo, en medio de un prado de hierba alta. Cuando tomé pleno conocimiento de la situación me levanté lentamente. Olía a romero, a tomillo, a lavanda... La temperatura era cálida, pero no hacia calor. Miré a mi alrededor. El lugar donde me encontraba estaba rodeado por montañas, era un valle, precioso a primera vista.

   -Bien, ya has despertado.

Giré sobre mis talones. A unos metros habia una encina y en una de sus ramas, mirándome fijamente, una ardilla. No dije nada, aquello no era posible...

   -Estás soñando, cenutrio... -dijo la ardilla, con la voz nasal, grave e inconfundible de Santi Millán. 

   -Claro... -creo que contesté más por inercia, por la costumbre de contestar cuando alguien te habla, educación, que por otra cosa.

   -Anda, sacúdete las pulgas y sígueme.

   Se bajó de un salto del árbol. Yo me miré la ropa, y comencé a pasarme las manos por ella. Oí una carcajada.

   -No hay pulgas, ceporro -se reía la ardilla, erguida, mientras me miraba desde un poco más allá-. Venga vamos, que ya sabes que los sueños siempre suceden al filo del despertar, no tenemos todo el día...

   La seguí. O lo seguí. A la ardilla o a Santi Millán. 

   Atravesamos el valle, más o menos llano, y llegamos ya a un punto donde la falda de la montaña hacia la que íbamos comenzaba a ascender más en serio.

   -No te preocupes, ni siquiera vas a sudar, venga, arriba -siguió correteando, sin detenerse.

   A medida que subíamos me di cuenta de que tenía razón. Y ni siquiera me estaba costando ascender, no noté aumento del ritmo cardíaco ni de que se me alterara la respiración. También percibí algo en ese mismo instante que me hizo preguntar.

   -No se oyen pájaros, ni el viento silbar al arañarle las ramas de los árboles...

   -No había presupuesto para tanto, se fue todo en el decorado y mi voz, pero tampoco hacen falta más sonidos, no estás aquí para disfrutar de un día de picnic en el campo. ¡No te pares!

   Apreté el paso para no perderle, o más bien para que no me perdiera él/ella.

Llegamos por fin arriba. Desde allí había unas vistas tremendas. Se apreciaba cómo la montaña caía cual tobogán, hacia aquel árbol solitario en el que estaba la ardilla justo al despertar yo. Pero no se veía nada más allá de las montañas que rodeaban el valle.

   -¡Eh! Venga... -me espetó Santi Ardillán.

   Caminamos por una senda, hacía la otra vertiente de la montaña. 

   Llegamos en unos minutos. Allí al fin se paró.

   -Hemos llegado -dijo mientras de un saltito se subía a una enorme piedra-. He aquí el quid de la cuestión, ceporrete.

   -Frente a nosotros, a unos diez metros, se encontraba el borde del acantilado. La montaña caía en picado hacia abajo.          Justo allí había algo, como un montón de bolsas de basura de un metro y medio de altura, antes de una pequeña pasarela de madera, o más bien un mirador. Al fijarme más me di cuenta de que no había ninguna barandilla. 

   -A partir de aquí es cosa tuya, yo sólo puedo darte instrucciones con mi voz desde aquí.

   Comprendí. Un tanto indeciso comencé a caminar lentamente hacia aquel mirador. A medida que me acercaba, lo que me había parecido un montón de basura iba cambiando de forma, e iba aumentando de tamaño. Al llegar a su altura era una masa deforme, oscura, con... Tentáculos que supuraban un líquido oscuro. En aquella oscuridad aparecían mil imágenes. Esta vez sí que noté cómo se disparaban mis latidos por minuto, y comencé a sudar.

   Veía como escenas en esa oscuridad. Me veía despedazado en un barranco. Pero también veía el rostro de la vergüenza, las garras de la tristeza, las cuchillas de la decepción... Los tentáculos parecían alargarse en mi busca.

   -Sabes lo que es -escuché que me decía la ardilla levantando la voz, desde un lugar que me parecía mucho más lejano que los supuestos diez metros a los que debería estar.

   -Sí... -contesté, con un hilo de voz temblorosa.

   Comenzaba a sentirme muy mal.

   -No le prestes atención. Lo has estado mirando más a él que a la propia pasarela desde el principio.

   Giré la cabeza en dirección a la roca desde la que Santi Ardillán me hablaba, en voz alta pero serena. Estaba justo en el mismo lugar, a diez metros o poco menos y no a tanta distancia como hacía un segundo me había parecido.

   -¿Ves? Tú camina, ve al borde. Ni lo pienses.

   Sin volver a reparar en la gigantesca masa oscura volví a mirar hacia delante. Conforme daba los pasos me pareció percibir menos oscuridad a mi derecha, pero me forcé a no volver a mirar.

   -Eso es, no te sirve de nada comprobarlo. 

   Llegué al borde. Espectacular es poco, muy poco para hacerse una idea de lo excitante que parecía.

  -Ahora te das cuenta, ¿verdad? -volvía a estar a mi lado. Pero ya no era la ardilla con la voz de Santi Millán. Era yo.

   Miré hacia donde se había encontrado el horror, y vi un pobre gusanito negro revolviéndose sobre sí mismo.

   -El miedo siempre está ahí esperando -dije yo. O bueno, el yo que tenía a mi lado-. No se puede evitar. Pero tienes que saber que... Es como el tonto del pueblo. Está incordiando, pero si no le prestas atención es totalmente inofensivo. No puede hacer nada si no le dejas. Lo único que necesitas es tomar la decisión, y mirar hacia el precipicio como lo que es, y no hacia el miedo.

   Me miré. Una lágrima se pasó el límite de mi párpado derecho.

   -Perdón -me dije.

   Asentí, y tras esto miré de reojo al precipicio, y me indiqué que saltara, con una sonrisa.

   -No volverás a perderte nada por esa mierda -me dije, señalando el gusano negro, ahora del tamaño de un grano de arroz y ya inmóvil.

   Me abracé como nunca había abrazado a nadie y volví a fundirme conmigo. Luego, con un hormigueo por todo el cuerpo que me hizo sonreír y respirar hondo, salté. 

   Espectacular es muy, muy poco para describirlo, para describirla, para describirte. Excitante. El mar, cien metros más abajo, azul como un zafiro. Saltar hacia él, hacia su inmensidad y sus infinitos rincones, hacia la vida. Y comencé a volar a ras de sus olas.

martes, 12 de marzo de 2019

Cegados

¿Cuántas veces has hecho o dicho algo en un momento de exaltación emocional?

   Probablemente muchas. Cientos, miles, dependiendo de tu edad y/o de las veces que te dejes llevar por tus emociones. 

   No está mal saborearlas, disfrutarlas, sentirlas en cada poro de tu piel... De hecho es lo mejor de la vida, y eso no admite discusión. Pero... (un personaje de Juego de Tronos, Benjen Stark, dice que nada de lo que se diga antes de la palabra "pero" cuenta realmente. Obviamente esta es la excepción que confirma la regla). Pero hay que aprender a controlar ciertas cosas.

   Que levante la mano quien no haya escupido palabras hirientes a alguien que no lo merecía en ese momento, tan solo porque estaba muy de mal humor y le tocó pagar el pato a la primera persona que pasaba.

   También hacemos esto "para bien". Si habéis tenido relaciones sentimentales probablemente en algún momento de romanticismo extremo os hayan dicho algo como "voy a estar siempre contigo" o alguna frase parecida. O puede que vosotros mismos lo hayáis dicho. No me malinterpretéis, no digo que nos mientan ni que mintamos, simplemente lo sentimos así y lo expresamos. Como un drogadicto cuando dice que quiere otra dosis, o un borracho otra botella. Hasta existe la frase "un borracho siempre dice la verdad" (sería muy discutible, pero en este caso es válida).

   Las emociones, y más las extremas, no son constantes, son volubles, es su naturaleza. Si tomamos decisiones importantes o hacemos promesas basadas en la emoción que experimentamos en ese preciso (y precioso) instante, ¿qué pasará cuando ocurra lo natural y esas emociones cambien, disminuyan en intensidad o desaparezcan? Todos somos únicos, a nadie le dura un estado emocional lo mismo que a otra persona. Y entonces, ¿qué queda después? Alguien que siente culpabilidad y tristeza por no haber cumplido una promesa y alguien destrozado (y puede que sintiendo culpabilidad también) por haberla creído y haber correspondido con otra promesa a su vez, que en contra de su voluntad ya no puede mantener.

   Las palabras son muy poderosas, hay que tener cuidado de no usarlas a la ligera, por muchos arcoiris de colores que veamos en un momento dado debido a lo hasta las cejas de ciertas emociones que vayamos. Las promesas no son como aquellas pegatinas "stick stack, se quitan y se ponen". No podemos hacerlas ni tomarlas en base a emociones únicamente. Y mucho menos en los momentos más extremos, totalmente cegados por ellas.

   Con respecto a esto último, ya expresé mi opinión sobre el amor en la entrada anterior. Hoy amamos mientras recibimos a cambio esas emociones primarias que sentimos en un principio por alguien. Jamás serán las mismas para siempre, y cuando disminuyen de intensidad y cambian, no sabemos qué hacer después. Y todo acaba.

   Intentemos tener más cuidado. Aprendamos a pararnos a pensar un poco en medio de ese vendaval de emociones. Hagamos que nuestra huella en la vida de otra gente supure felicidad y no tristeza.

Espero que la próxima entrada no sea tan "intensita". Pero no puedo prometer nada. ¡Gracias por leer!


   

lunes, 4 de marzo de 2019

Hablemos de amor.

El amor no aparece de repente, como si de una mala hierba se tratase. 


   Estos días he estado dándole vueltas a ratos al asunto de cuál iba a ser el tema para mi primer post (a parte del de bienvenida) aquí. Pues bien, como suele pasar muy a menudo, la idea definitiva me ha llegado cuando no estaba precísamente pensando en ello.

   El amor.

   ¿Qué tema de conversación atrae más la atención que este?

   Lo cierto es que estoy muy de acuerdo con lo que se suele decir de que es la fuerza que mueve el mundo. Al fin y al cabo, ¿a quién le amarga un dulce? Pues a todo el mundo, porque supongo que la mayoría estaréis de acuerdo conmigo en que el amor trae tanta dulzura como amargura a nuestras vidas, o al menos el concepto que solemos tener del amor.

   Se nos enseña desde pequeñitos que el amor florece, así sin más, que nos parte como un rayo (qué pocos habrían amado de verdad si fuera así, con las pocas probabilidades que hay de que eso ocurra, ¿no?), o yo qué sé... Que surge como un torrente de fuego y nos abrasa por completo.

   Y nada podemos hacer para resistirlo, claro.

   No niego que exista una emoción así, lo que niego es que sea el amor. 

   ¿Qué nos hace humanos? Un conjunto de características, entre ellas emociones, las cuales experimentan otros animales también, empatía, esta una cualidad muy humana, y el pensamiento racional, quizá lo más humano de todo. ¿Qué vengo a querer decir con esto? Pues que el impulso de la emoción instantánea, impetuosa, desgarradora, tiene más que ver con nuestra parte primitiva. Y es chocante cuanto menos que en la actualidad, tan en alta consideración que nos tenemos a nosotros mismos como seres humanos más que animales, le damos más importancia a emociones que tienen más que ver con lo segundo. Nos deshumanizamos. Nos animalizamos.

   El impulso de la emoción desatada es sólo eso, nuestra parte más ancestral, animal, susurrándonos desde un pasado muy, muy lejano que actuemos en consecuencia a ella.

   ¿Es eso amor? No lo creo. No digo que sea algo malo siempre, pero no hay que confundirlo. Lo que nos aporta ese estallido emocional es efímero, no está hecho para durar más que lo justo para lo que nació en nuestras mentes.

   Lo difícil viene cuando nosotros mismos como sociedad lo hemos ido aceptando y metiendo con calzador en un tiempo en el que ya no es necesario vivir según las reglas de hace decenas de miles de años.

   Nos duele porque no comprendemos. El amor no es ese estallido. Puede que eso sea el inicio, quizás, pero el amor viene más de la empatía y sobre todo del pensamiento racional. Viene con el tiempo junto a estas dos cualidades del ser humano.

   Un pequeño ejemplo en la ficción (contra todos los malos ejemplos que esta da) de amor verdaderamente humano es el que nos muestra la serie de novelas Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martín (también conocida por su adaptación en TV, Juego de Tronos). El matrimonio que forman Ned y Catelyn Stark (de soltera Tully) parece a simple vista la tipica unión con fines políticos entre dos casas, al fin y al cabo, lo es. Ahora bien, Catelyn estaba inicialmente prometida al hermano mayor de Ned pero al morir este la obligación del matrimonio recayó sobre Ned. Ahí no había chispa. No había rayo que partiese a ninguno de los dos, no habia torrente de llamas de pasión. Sólo un compromiso político. Con el tiempo llegan a ser lo que son durante la trama de la historia, un hombre y una mujer que se aman por encima de todo y aman todo lo que han creado juntos.

   La mejor pasión siempre la experimentamos por y junto a aquella persona a la que amamos. Pero el mejor amor rara vez lo sentimos por alguien que tan sólo nos incendia momentáneamente. Lo hemos comprobado en nuestras vidas, y seguiremos comprobándolo. Pero desde fuera se nos empuja al placer momentáneo y no a nuestra verdadera paz interior, y le damos más importancia, desgraciadamente, a lo externo.

   Todos hemos oído la expresión "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". En ocasiones es una frase tonta, pero muchas veces nos sentimos así y con razón. Renunciamos a algo que habíamos construido con nuestra energía, voluntad, tiempo e ilusión, sólo porque el impulso emocional inicial pareció desvanecerse, o porque lo sentimos hacía otra persona. La mala noticia es que siempre se va a desvanecer. No somos animales, ya no. Y hasta que dejemos de guiarnos tanto por esa parte nuestra tan vieja y fuera de lugar y comencemos a ser más humanos y pensar más racionalmente, que es lo que nos distingue de los animales, seguiremos experimentando estos vacíos existenciales y creyendo que el mundo está mal. 

Dejemos de buscar tanto la perfección inalcanzable que se nos vende con palabras grandilocuentes y escuchemos más a nuestra propia mente. Ella sabe cómo ser feliz. Hasta entonces, estamos condenados a tropezar con la misma piedra una y otra vez.

"El corazón miente y la mente engaña, pero los ojos ven. Mira con los ojos. Escucha con los oídos. Saborea con la boca. Huele con la nariz. Siente con la piel. Y sólo luego piensa, y así sabrás la verdad." -Syrio Forel. Canción de Hielo y Fuego: Juego de Tronos.




Bienvenidos.

Hola, bienvenidos a este rincón de pensamientos, desvelos, historias, y lo que pueda ir surgiendo. 


   No pretendo que esto sea ninguna especie de diario. Tampoco una obligación. Sólo quiero tener un lugar en el que poner por escrito muchos de los "desvaríos" que me pasan a menudo por la mente, y si le aprovecha a alguien más mi punto de vista pues mejor. 

   También es posible que suba historias que escribo a veces, según estoy inspirado.

   Todo lo que diga aquí son opiniones mías, personales. Por supuesto, lo que piense hoy puede haber mutado mañana; como todo ser humano (o al menos así debería suceder) estoy en constante evolución, la vida te va haciendo ver las cosas con más perspectiva y lo que una vez fue de un color puede variar la tonalidad (en la mayoría de casos) o incluso cambiar totalmente (en los casos más extremos, pero igualmente posibles).

Sin más, hasta aqui el post de bienvenida. Espero que alguien además de mí mismo le saque algo bueno a esto o al menos disfrute con alguna de las entradas.