jueves, 18 de julio de 2019

Expectativas.

De puntazo se me ha ocurrido escribir sobre lo que he estado pensando los últimos días en mayor o menor medida. Las expectativas y cómo distorsionan nuestra percepción del mundo haciendo que todo acabe siendo mucho peor a nuestros ojos de lo que probablemente sea.

Estamos continuamente generando expectativas, sobre nosotros mismos o sobre algo externo (sociedad, política, economía, el clima…), principalmente sobre personas, y la mayor parte de nuestras decepciones vienen de personas, claro, porque el ser humano es un animal social, por mucho que algunos digamos que nos gusta estar solos, claro que apreciamos nuestros momentos de introspección y quietud, pero al final necesitamos relacionarnos. El problema comienza cuando nos creamos expectativas. Positivas o negativas, son igual de perjudiciales. Cuando esperábamos de alguien que fuese de una manera, o que estuviese ahí siempre, o que fuese mejor persona de lo que en realidad es. No importa que los comportamientos, palabras o acciones de las otras personas afectaran a crearnos esas expectativas (mirado así la culpa es siempre totalmente de otros, obviamente), al final quien se formó esas ideas fue uno mismo. Esto no quiere decir que la culpa sea únicamente nuestra y seamos la peor mierda que camina por el mundo, ni mucho menos. Cuando creamos expectativas positivas puede ser debido a que nos reflejamos nosotros mismos en otras personas. Llegamos a creerlas mejores que nosotros y la cruda realidad es que cada uno es un mundo, y la mayoría de veces aquello que creíamos un ángel, un tremendo ser de luz, realmente es una persona tan normal y mediocre como cualquier otra, con sus formas de pensar, su personalidad y sus principios (que puede que a nosotros nos resulten una verdadera basura, pero quizá a ellos no). Entonces, realmente ¿quién tiene la responsabilidad última en cuanto a que todas esas decepciones por expectativas nos hagan daño y nos amarguen la existencia? Uno mismo. No creemos expectativas. No tengamos ninguna. Ni buena ni mala (¿cuantas cosas potencialmente buenas han pasado sin pena ni gloria por nuestras vidas debido a que traíamos expectativas nefastas?).

Nosotros, cada uno, estamos en medio de un mundo enorme, inabarcable. Hay de todo, hay cosas malas, cosas buenas, amargas, dulces… Si vamos con la expectativa de que todo es luz, color, unicornios rosas y nubecitas de colores vamos a pasar un mal rato tremendo aquí. Si por el contrario pensamos que todo es miseria, amargura, demonios asquerosos y porquería y que hay que conformarse con ello también pasaremos un mal rato. Simplemente hay que saber que estamos aquí. Si te encuentras una flor y la ves tan bella que te nace olerla hazlo. Si al hacerlo el olor es amargo e insoportable, bueno, puedes seguir tu camino. O puede que pase lo contrario, quien sabe. Pero huye de las expectativas, nos esclavizan. Puede que después de haber olido ese olor putrefacto y amargo te martirices pensando en lo ideal que hubiese sido que esa flor en apariencia tan perfecta lo hubiese sido realmente y hubiese olido como imaginabas o incluso mejor. Esa expectativa te amargará la existencia y hará que el regusto del mal olor de aquella flor se te pegue al hocico hasta que estires la pata. Yo voy a intentar con todas mis armas y con todas mis fuerzas extirpar ese estúpido apéndice emocional que hace que esté continuamente creando expectativas. Es muchísimo más fácil decirlo que hacerlo, al final es la guerra más complicada, contra uno mismo.

No es nuestra culpa si hay gente que nos parece un saco de basura en cuanto a principios, personalidad, forma de actuar o lo que sea. Por más que le demos vueltas y vueltas eso no va a cambiar. Solo podemos cambiar nosotros para que no nos afecte, y para eso el primer paso es no crear ni crearse expectativas.

Como dijo Russell Brand en uno de sus vídeos “el problema siempre es nuestro, porque el mundo es lo que es”.





Y hasta aquí, creo que ha quedado claro el punto, aunque haya sido algo breve. Aprovecho para decir que espero subir el próximo capítulo de “Levantia” en los próximos días. Estoy pasando una época horrenda para escribir (en realidad para cualquier cosa) y cuando me pongo a penas avanzo, unas veces escribo un párrafo, otras nada, otras un renglón, otras una página o dos… Forzando, por supuesto, pero creo que no quedará tan mal como en la expectativa que me he creado (inserte una sonrisa aquí).