viernes, 28 de febrero de 2020

Levantia, capítulo 10

10





Bobby no paró de bromear con el tema de las chicas en todo el trayecto de vuelta a nuestro barrio. Ya era obvio al verlo hablar con ella, pero ahora me quedaba más claro aún que le había gustado la amiga de Cami, Gisela.

-¡Vamos, no puedes haber pasado por alto que le gustas, no puedes ser tan cazurro! -dijo, refiriéndose a Cami-. Te lo digo, si no quieres tú voy a ir yo solo. O con Nando.

-¿Con Nando? -reí-. Eso me gustaría verlo.

-O tú o Nando, tú eliges, no quiero sentirme mal porque un colega mío se quede de sujetavelas…

Saqué las llaves para abrir la puerta del portal de casa. 

-No es que no me guste la idea… Pero creo que sería complicarse demasiado la vida. No quiero estar continuamente pendiente de cuidar mis palabras para que no me lleven a un punto en una conversación en el que tenga que mentir. No sería… No sería real, no sería honesto. Para tener amistades así, prefiero no tenerlas.

Lo dije así, pero realmente me encantaba la idea de volver a tener contacto con alguien anterior a todo lo que me había ocurrido desde aquella noche en la que decidí cometer la estupidez de mi vida. Aunque si lo pensaba mejor, ¿a caso hubiera preferido volver al norte con mis padres a estar con quien estaba en ese momento? 





Pasaron los días y la idea venía una y otras vez a mi mente. No era mi vida anterior lo que añoraba realmente, al menos no la que tenía justo en el momento en que aquella vida acabó y comenzó esta. En realidad era el fantasma del futuro que alguna vez soñé tener, todo aquello que ya nunca sería, pero eso no era porque me hubiesen convertido y estuviese donde estaba en ese momento. Continuamente se nos están cerrando definitivamente las puertas a futuros que habíamos imaginado y que esperábamos. Algo cambia, alguien falta, algo nos falta, algo acaba… Toda aquella melancolía, la nostalgia que casi por costumbre me visitaba bastante a menudo, no era por el pasado, si no por el futuro. Ahora no veía nada delante de mí. Tenía un presente, sí, pero no veía a dónde podría llevarme, no creía que me fuese a trasladar a un lugar distinto y no me refiero a un lugar físico. A pesar de las cosas buenas que tenía, me di cuenta de que estaba perdido. Y eso era mi conexión con mi anterior vida, porque justamente el estar perdido ya antes me llevó a actuar como lo hice. 

No fue si no al cabo de poco más de un par de meses, en los últimos días de marzo, cuando Bobby me volvió a sacar el tema. 

-Gisela me ha dicho de quedar un día para hacer algo en vacaciones.
Yo estaba acabando de fregar unos vasos, habíamos cerrado hacía una media hora el local. Era uno de esos fines de semana en los que Rober y la pequeña Alma se iban, así que estábamos solos Bobby, Nando y yo, aunque esas fechas no estaba habiendo tanto ajetreo y nos las arreglamos perfectamente.

-Ah… -cuando fregaba me abstraía del mundo a mi alrededor, aunque en ese momento mi parca respuesta fue debida más a no saber lo que decir realmente.

-Sí, Cami te lo dijo en un mensaje.

-Mierda… -como de costumbre, no había revisado mis redes sociales en semanas-. No lo he visto.

-¿Y qué?¿Te hace, no?

Suspiré mientras secaba una jarra y la ponía en su sitio.

-Pero no podemos ir de día… Y…

-¿Te hace o no? Les podemos poner cualquier excusa para que sea al anochecer, joder.

Pensé un momento. Realmente, ¿qué daño podía hacer pasar un rato divirtiéndonos con alguien? Siempre que mantuviera unas distancias mínimas, claro.

-Vale, hecho. Cuando lleguemos a casa miraré y le contestaré a Cami, de paso me disculpo…

La puerta se abrió en ese momento. Nando había salido a sacar basura, así que al mirar hacia allí esperando verle a él el sobresalto fue mayor.

-Está cerrado… -le dije desde la barra.

-Lo sé. No vengo a daros trabajo.

La forma en la que dijo aquello y su expresión no me gustaron un pelo, pero es que él no me había gustado un pelo desde la primera vez que le vi. Era aquel tipo trajeado y con un kilo de gomina en la cabeza que otras veces había venido preguntando por Rober, el tal Hugo Ventalbano. Supuse que su cohorte de guardaespaldas estaría en la puerta.

-Rober no está.

-No vengo a hablar con él, aunque me gustaría. Fabio, quiero que respondas a unas preguntas -se acercó a nosotros y miró a Bobby-. Si no te importa, ve a revisar el almacén o a fregar la acera de la entrada, anda, adelanta con otra tarea mientras tu compañero y yo hablamos.

Bobby le miró airado, pero no dijo nada. Luego me miró a mí. No me parecía que negarme fuera una opción inteligente, así que asentí. Bobby frunció un poco en entrecejo pero se metió en el almacén, no sin antes echar una mirada rebelde de nuevo a aquel tipo.

-Bien. Tranquilo, no son más que unas preguntas, luego podrás seguir con lo tuyo… -asentí de nuevo-. ¿Desde cuando estás aquí?

-Desde poco antes de que abriéramos, sobre las ocho…

Soltó aire en algo que no llegó a ser una carcajada y sonrió.

-Vaya, un tipo carismático… Ahora entiende que la razón por la que estoy aquí es seria, cuando venga a tomar algo puedes seguir jugando intentando abrumarme con tu ingenio, pero en lo que se refiere a este instante, si vuelves a intentarlo puede que después de todo no vayas a seguir con lo tuyo tranquilamente, como te he asegurado antes -fui a excusarme diciendo que le había respondido a lo que creía que me había preguntado, pero me cortó-. ¿Desde cuando trabajas aquí?

Seguramente percibió cómo tragué saliva, porque noté cierta satisfacción en su mirada y sus marcadas facciones.

-Desde otoño, octubre más o menos, no recuerdo el día exacto.

Entrecerró un poco los ojos, echando la cabeza un poco atrás.

-Recuerdas el aspecto de quien te convirtió, ¿verdad?

Por más que intenté que nada se alterara en mi respuesta sensorial a aquella pregunta, no creo que lograse esconder mi reacción. Al instante todo cobró sentido en mi cabeza, ese tipo estaba buscando a Milena, y casi sin ningún tipo de duda era para ejecutarla.
Me sentí extraño. Sabía que no debía jugar con ese tipo, pero no quería que encontrasen a Milena, al menos no antes de hacerlo yo. No, era algo más… Me sentí muy violentado, como si quisiera arrancarle la nuez con mis propios dientes tan solo con pensar en que ese tipo o alguien como él pudiera ponerle un dedo encima a Milena. Era… Era una necesidad. 

-Estaba muy borracho -realmente no mentí, no del todo- apenas puedo recordar nada después de… -«mierda» pensé. La conocí sobrio, obviamente, pero al vacilar antes de decir “después de salir de aquel sitio en el que empecé la noche”, me había delatado. Igualmente, seguí con esa estrategia, una vez has comenzado el ataque, detenerte y cambiar de táctica casi con seguridad puede resultar letal para tus intenciones, es una de las pocas cosas que he aprendido en la vida que realmente es una verdad inamovible-… De aquél lugar donde empecé la fiesta aquella noche. No me importaba lo que me pudiera pasar porque…

-No me interesa tu vida, ahórrate los detalles -el truco de soltar humo en forma de saturación del relato con detalles personales para esconder mis verdaderas intenciones falló-. Te lo repetiré una vez más, no me importa, prefiero perder unos segundos más con tal de que el trabajo sea limpio… Dime quién te convirtió y dime qué sabes de ella.
“Ella”, estaba claro, y no solo por este detalle, algo en su expresión, seguramente deliberado, me hizo saber que él sabía que a quién buscaba era la misma persona que me había convertido, así que decidí que seguir mareando la perdiz no tenía mucho sentido. Aun así decidí actuar como un palurdo del tres al cuarto y con cierta indiferencia.

-Vale… Fue una tía… Estaba buenísima y claro… Ella vino y me habló, me dijo que quería beber conmigo y no pude negarme, ya me entiendes…

-No, no te entiendo. La falta de fuerza de voluntad suficiente como para no ser controlados por sus instintos más primarios de los humanos es algo que hace mucho tiempo que olvidé. Ahora me repugna -me miró fíjamente-. Yo controlo mis instintos, obtengo lo que quiero cuando quiero y como quiero, ni antes ni después. Nada puede afectarme. Por eso soy superior a cualquiera de vosotros, pero basta de cháchara, apenas has comenzado a contestar mi pregunta.

Definitivamente, no me gustaba nada ese tipo.

-Tenía el pelo negro, largo… Ojos… Marrones, o oscuros, negros casi quizá, no sé, no llegué a distinguir tantos detalles, estaba más pendiente de otras cosas. Era poco menos alta que yo… 

-Olvídate de la descripción, ¿qué sabes de ella?

No necesitaba regatear esa respuesta, así que me tranquilicé.

-Sólo eso, no he vuelto a verla desde el momento en que me convirtió. Simplemente desperté allí y ya no estaba…

-¿Dónde? -su mirada adquirió un brillo inquietante. Me di cuenta al instante de mi metedura de pata al bajar la guardia.

-¿Dónde qué? -la había cagado y me acababa de caer con todo el equipo.

El tipo se incorporó lentamente. Casi sin poder percibirlo yo, en un movimiento sobrehumanamente rápido y potente me cogió del cuello, me levantó por encima de la barra y me estampó contra el suelo al otro lado. Prácticamente sólo noté la presión en el cuello y la cabeza, todo ello pasó en un abrir y cerrar de ojos, tanto que ni sentí el golpe en la espalda.

Me miraba fíjamente, pero sus ojos se habían tornado negros por completo, y cada músculo de su rostro parecía tenso como un cable de acero. Comencé a notar algo húmeda la parte de atrás de mi cabeza y empecé a notar el dolor. 

-Dime todo lo que sabes sobre ella y si lo haces en menos de treinta segundos y de manera entendible no te seccionaré la cabeza.

Me dispuse a hablar justo cuando alguien más entró en el local.

-¿Qué está pasando aquí?
Noté un alivio tremendo al oír su voz. Rober había entrado por la parte de atrás, Bobby estaba a su lado.

-Vaya, tus empleados me habían dicho que estabas de días libres… -dijo el trajeado sin soltarme.

-He decidido hacer una visita sorpresa el último día. Suéltale.

Sonrió, y su rostro fue adquiriendo de nuevo una apariencia más humana mientras reducía la presión de su agarre en mi cuello hasta soltarme. Bobby vino y me ayudó a incorporarme.

-Resulta que sí se te cuelan ratas, Roberto… -dijo, haciendo un gesto despectivo con el mentón hacia mí- Mira que te lo he advertido veces.

-Sí, a veces agreden a mis empleados incluso, lástima que no pueda pagarles un plus por peligrosidad.

El engominado (que por cierto ni se había despeinado), soltó una carcajada.

-Ahora podrás pagárselo al otro, éste se viene conmigo. Míralo como una reducción de personal, últimamente la clientela ha bajado, no necesitas a dos.

-Claro. ¿Tienes la orden?¿No? Bueno, llamo en un momento al alcalde para que me lo confirme, no hay problema, espera un minuto…

Conforme Rober se echaba la mano al bolsillo y sacaba su teléfono móvil, la sonrisa de autosuficiencia del trajeado se diluyó ligeramente. Rober se detuvo y le miró. 

-Las cosas no van a tardar demasiado en cambiar en Levantia, lo sabes. No te conviene estar a malas conmigo, ¿quién te protegerá cuando el alcalde ya no pueda hacerlo?¿quién protegerá a tu niña y a todos estos…?

Rober saltó por encima de la barra con agilidad pero sin perder la compostura. Se puso delante de él.

-Si se diera el caso, yo mismo tendría que proteger a mi gente -dijo, levantando ligeramente la mandíbula y alineando su mirada con la de Hugo. Aunque este le sacaba algunos centímetros de altura, Rober seguía imponiendo físicamente más.

Hugo le miró las cicatrices que subían desde el cuello a su cara.

-Bonito regalo te dejaron ahí… Algún día me contarás cómo fue.

Se giró y comezó a caminar hacia la puerta. Antes de llegar volvió la cabeza y miró justo donde mi cabeza había dejado una mancha de sangre. Pude fijarme en que frunció un poco el ceñlo antes de mirarme, volver de nuevo la cabeza y salir del local definitivamente.

La tensión que se había acumulado en mi cuerpo desapareció en gran medida al cerrarse la puerta tras él.

-Mamón de mierda… Te ha hecho una brecha en la cabeza -dijo Bobby mirándome la coronilla.

-He manchado el suelo… 

-No te preocupes, ahora lo limpio yo -me cortó Rober-. Ve con Bobby al almacén y ocuparos de la herida, presionadla con algo para detener la hemorragia.

Hicimos como dijo. Al apoyarme sobre un barril comencé a notar un hormigueo en la cabeza, que se entremezclaba con el dolor. Bobby sacó algunas cosas de un botiquín viejo.

-¿Ves? Si nos hostian la cabeza contra el suelo se nos abre un tajo y sangramos, como todo buen vecino, ¿recuerdas?, no somos tan sobrenaturales como en las historias… -noté cómo me apartaba el pelo de aquí para allá- Joder, no la encuentro… A ver, ponte bajo la luz.

Me levanté y me puse de espaldas a los tubos LED que iluminaban el almacén.

-Vale, la tengo… -dijo, tras volver a apartarme el pelo-. Hostia… 

-¿Qué pasa?

-Ya no sangra. ¿Qué cojones…?

Se miró la mano. Tenía las yemas de los dedos manchadas, de un color violáceo oscuro. No entendía su sorpresa, claramente era la sangre que me había salido.

-¿Qué?

-El color… 

-¿El color?

-Es raro, mi sangre es granate, más oscura y densa que antes, pero…

-A ver… -ciertamente, el color variaba demasiado del granate oscuro, no era otro tono, si no un color distinto-. ¿Y qué?

Salimos a enseñárselo a Rober, pero como siempre, él ya nos llevaba ventaja. Me miró mientras escurría el mocho en el cubo.

-Ya me he fijado. ¿Te la has lavado del pelo y el cuello?. Lávate, cerramos y nos vamos ya a casa. Mañana venimos un poco antes y acabamos de recoger todo antes de abrir. 

domingo, 16 de febrero de 2020

Levantia, capítulo 9

9




Aquellas navidades, entre otros sentimientos, me invadió uno vagamente familiar. Me acordé de cuando era pequeño; tenía esa sensación de novedad, de sorpresa… Exactamente como cuando aún no recuerdas haber pasado algo parecido tantas veces, como si todo fuera nuevo. Tenía toda la lógica del mundo, en cierto modo, mi vida empezaba otra vez, tenía que volver a pasar por esa etapa en la que comenzaría a conocer a mi familia (a mi nueva familia), y todos los aspectos del nuevo mundo que me rodeaba. Aunque para ser sincero, creo que era la primera vez que sentía lo que era una familia realmente. Esos días estuvimos mucho juntos, Duna venía a trabajar al hueco, y a más la conocía más me despertaba una sensación de cobijo, quizá lo más parecido a como debería ser una madre que yo nunca he conocido, o al menos una hermana mayor. Rober, a pesar de su apariencia (y de que realmente, era nuestro jefe, claro) se erigía como un pilar de confianza para todos, un núcleo formidable que comandaba respeto sin siquiera proponérselo, pero a la vez nos tenía presentes a todos, nunca se le pasaba detalle de nuestro comportamiento, si te notaba alicaído o distraído, no se lo pensaba dos veces para hablar de ello, siempre en el momento apropiado, en intimidad con cada uno. Y cada vez que lo hacía conseguía aportar esa tranquilidad que necesitáramos en el momento dado. Era toda una experiencia verlo cuidar de la pequeña Alma. Con todo, comencé a admirarlo, a tenerlo como sólido ejemplo de lo que yo aspiraba a ser, aún cuando aquellos meses no tenía nada muy claro, por obvias razones.
Bobby y Nando se convirtieron en buenos amigos con el paso de los días, responsables de los momentos más divertidos y de desconexión de todo, con ellos parecía como si simplemente me hubiera cambiado de piso y hubiera conocido colegas nuevos. 
En cuanto a Martín, el extraño amigo de Rober… Siguió con la misma actitud durante los días que estuvo en el piso, siempre estaba mirando, con esos enormes ojos saltones y cristalinos, a veces sin expresión aparente, otras con media sonrisa, como si supiera el final de un chiste que aún se estaba contando. Era inquietante cuanto menos. Apenas crucé algunas palabras con él cuando coincidíamos en casa, porque El Hueco no lo pisó ni una sola vez, ni siquiera se podría decir que mantuvimos una conversación, literalmente, si yo le preguntaba algo o decía alguna típica frase para romper el hielo, como “qué frío hace hoy”, se limitaba a asentir y soltar un “sí”, o un “claro” acompañados por esa media sonrisa, la cual combinada con sus enormes ojos y las bolsas sobre las que reposaban le daba cierto aspecto de sapo a su rostro.

Ya que lo he mencionado, en mi trabajo me sentía cada vez con más confianza, lo que hacía que requiriera menos atención por mi parte cualquier cosa que hacía, ya fuera poner unas copas, limpiar, cobrar a los clientes o recoger vasos. Por esa razón comencé a ser más consciente del ambiente y a fijarme en las cosas que pasaban, la gente que entraba… Varias veces el corazón me dio un vuelco al creer ver una melena negra y lisa, o una chupa de cuero roja de mujer. Al parecer, ahora que por fin me habituaba a todo y mi mente volvía a un estado más neutro, ella regresaba a mi cabeza. Sabía que tenía que hacer algo, quería buscarla. 

-Es normal, a mí me pasaba también. Al menos hasta que ejecutaron a quien me convirtió -me dijo Bobby.
Estábamos dando una vuelta por mi “antiguo” barrio. Él mismo me preguntó un par de días antes si me pasaba algo, supongo que me vio alicaído. Lo cierto es que siempre tenía esa sombra de nostalgia por lo que había vivido los últimos años en Levantia encima (además de la insistente urgencia de encontrar alguna pista sobre el paradero de Milena, o de ella misma). Se ofreció para acompañarme a hacer una visita y tomar algo por la zona y lo hicimos justo el martes siguiente, el día en el cual El Hueco no abría. Pasaba mucho tiempo con Bobby, hasta dormíamos en la misma habitación todas las noches, comenzaba a conocerlo bien y he de decir que poca gente tan noble he encontrado en la vida, aunque tampoco es que haya conocido a mucha gente en profundidad. A su manera siempre estaba pendiente de los demás, y aunque no tuviera la habilidad o la madurez que tenía Rober para estabilizar a todos a su alrededor, la intención y la buena voluntad siempre estaban ahí. Probablemente era la influencia que el popio Rober ejercía sobre nosotros, que nos empujaba a actuar como él, a pensar como él… Era algo así como el líder de la manada, desde luego inspiraba admiración.

-¿Ejecutaron? -pregunté, sorprendido.

Subíamos por las escaleras de la parada de metro hacia el exterior. Los sonidos, el olor, la luz… Todo era distinto y al mismo tiempo familiar. Supongo que me había acostumbrado a mi nuevo barrio, pero una punzada de melancolía se me coló entre las costillas.

-Sí. Lo pillaron muy fácilmente, no es que fuera el delincuente más avispado -sonrió-. Joder, me da vergüenza admitirlo, pero me convirtió un puto gilipollas con media neurona enferma…

-Eres listo, me cuesta creer alguien sin dos dedos de frente te engañara…

-No, no me engaño… Yo no estaba en mis cabales…

Al ver su expresión decidí no seguir ese hilo, sé cuando alguien no se siente cómodo hablando de algo personal, o rememorando alguna cosa, me ha pasado muy a menudo.

-Entonces, ¿tú no sientes nada ya? Respecto a quien te…

-No, muerto el perro se acabó la rabia. Pero de no haber sido por Rober yo hubiera acabado igual que el imbécil. Cuando se pierde esa conexión, o lo que coño sea eso que te ata de alguna manera al que te ha convertido, la cabeza se te va bastante, y si alguien no te ayuda no eres más que una bestia descerebrada. No es permanente claro, pero hubiera bastado un día así para que yo hubiese hecho algo irreparable y que hubiera llamado demasiado la atención. De hecho estaba a punto de hacerlo cuando Rober intervino, como te conté.

El estómago me dio un pequeño vuelco al recordarme empapado de sangre delante del cuerpo de aquel tipo que me quería atracar aquella noche en aquel callejón, antes de conocer a Bobby y Rober. Mi cerebro había bloqueado ese recuerdo y de repente sentí un leve mareo.

-¿Qué pasa?

-Nada, es que… El ambiente… Tranquilo, no es nada.

Bobby se quedó mirándome un momento. Al igual que yo, vi en sus ojos que él también sabía cuando no seguir indagando.

-Bueno, pues nunca he estado en esta parte de la ciudad, así que tú diriges -dijo ya en plena calle, zanjando rápidamente el tema.

Por un lado quería evitar los lugares por donde solía moverme, en cierto modo me preocupaba encontrarme con alguien, pero realmente sólo había una persona a la que pudiera importarle volver a verme por allí como para reparar en mí más de un par de segundos, y sería muchísima casualidad que me encontrase con Nuria por la calle allí a esas horas de la tarde, cuando comenzaba a anochecer. Siempre suelo encontrar pretextos o excusas para salirme con la mía, incluso cuando conscientemente sé que no debería hacer algo, así que finalmente pasamos por casi cada lugar por el que yo solía hacer vida un día normal.

Bobby y yo fuimos charlando prácticamente sin parar todo el rato. A pesar de todo el tiempo que pasábamos juntos, nunca solíamos hablar de nuestro pasado. De cualquier otra cosa sí, pero nunca, o casi nunca, de nuestra vida antes de cambiar. Ese día, mientras yo tenía media mente en nuestra conversación y la otra media en mis propios pensamientos y recuerdos a cada esquina que doblábamos, comenzó a darme detalles de quién era antes.

Había nacido en un pueblo ochenta kilómetros al sur de Levantia, siguiendo la costa, pero su familia (era hijo único) se mudó a la gran ciudad por motivos laborales. Él comenzó a destacar en el equipo de fútbol de su colegio de niño, me sorprendió saber que iba para futbolista, nunca lo hubiera pensado. Supongo que no se puede juzgar de primeras, o al menos no siempre. Más me sorprendió enterarme de que era el típico chaval popular, rodeado de amigos, de chicas… Eso sí que me dejó perplejo.

-¿Qué pasa?¿Por qué sonríes así, cabrito? -me espetó al ver mi reacción.

-Nada, nada… 

-Claro, como no tengo pintas de rompecorazones como tú no te lo crees… -ahora era él quien reía.

-Qué va… Si yo era todo lo contrario. No tuve amigos como tal hasta que vine aquí. Sí, algún colega en el instituto, pero por lo general siempre he estado solo. Bueno, tampoco es que en la universidad fuese un tío sociable, en realidad a parte de… De mi ex y mi compañero de piso, no tenía a nadie más cercano. Compañeros de clase, pero sólo eso, compañeros.

-Por la pausa deduzco que te marcó bastante.

-¿Qué?

Hizo un gesto torciendo un poco la cabeza.

-Tu ex.

¿Cómo resumírselo? Pensé un momento.

-Sí, bueno… Ya sabes -fue todo lo que me salió. 

Realmente no me apetecía rememorar todo aquello, aun cuando quedó zanjado.




Sobre las ocho paramos en una cafetería a la que yo no había entrado nunca antes, aun no estando lejos de donde yo vivía. Con el tiempo y la “dieta especial” de Rober, mi sistema digestivo ya toleraba algo de comida normal, aunque preferí limitarme a tomar un batido. Bobby se pidió una ensaimada con chocolate y un zumo de piña.



-Fue culpa mía, ¿sabes? -dijo al rato de sentarnos en la terraza

-¿Cómo?

-Que yo estuviera como estaba ese día. Cuando me convirtieron. Llevaba unos días vagando por las calles, estaba puesto de todo. 

Le miré, serio. Había estado toda la mañana con mi atención dividida, ahora la acaparaba toda Bobby.

-Yo era muy popular, sí. Demasiado. Era un gilipollas de mierda, nada más -vi cómo se le empañaban un poco los ojos-. Desde hacía años, yo qué sé, desde los quince o dieciséis o así, comencé a liarla demasiado, fiestas, algo de droga, gente estúpida… No tanto como yo, claro… Y un día pues… Se me fue demasiado de las manos. Mis padres venían en coche a recogerme al hospital, yo estaba… Por primera vez estaba acojonado, presentía que aquella vez sería la última, casi podía sentir la saliva de mi padre salpicándome la cara mientras me decía que no quería volver a saber nada más de mí mientras mi madre rompía a llorar.

-Joder… -no podía ponerme totalmente en su piel, quizá porque no había tenido unos padres por los que llegara a sentir un cariño real. O quizá sí lo hacía de niño, cuando aún no entendía nada y sólo quería a mi mamá y a mi papá (que no estaba, claro), pero me hacía una idea de cómo se debió sentir-. ¿Y qué pasó?

-Nada. 

-¿Nada? -pregunté, algo confuso-. ¿No dijeron nada?

Bobby se recostó un poco sobre el respaldo de la silla y se pasó una mano por la cabeza rapada. Yo esperé la respuesta.

-No lo sé. No sé qué hubieran dicho, murieron en la carretera -me quedé helado-. Se… Ese día hubo una tormenta enorme, un camión cisterna se les cruzó… Murieron carbonizados… 

No pude hablar un momento, no sabía qué decir. Siguió él mismo.

-Mi… Vida anterior acabó con una duda, nada más. Fue como si… Como si no hubiera valido para nada. En cuanto salí del hospital me perdí. Vagué, bebí, me metí y acabé allí, en el peor lugar de toda Levantia, o uno de los peores. Eso creía yo hasta que encontré a Rober, o él me encontró a mí. Probablemente debería haber muerto de una sobredosis, o ejecutado después de haber hecho alguna bestialidad recién convertido. Pasé mucho tiempo pensando en eso… ¿Por qué cojones seguía vivo?¿Por qué había nacido? No fui más que una maldición para mis padres, les jodí la vida hasta que la perdieron de la peor forma por mi culpa. No encuentro una descripción mejor de ser un monstruo, un puto castigo para el mundo.

No podía dejar de mirar a Bobby. Al oír su historia de repente la mía cobró una nueva dimensión. Lo que para mí había sido lo peor que me podía haber pasado, palidecía en comparación con lo que tuvo que sentir él. Fue entonces cuando aprendí que no importa lo jodido que puedas llegar a estar, siempre puede ser peor. E incluso así, siempre hay oportunidad de superarlo.

-Lo siento, Bobby…

Asintió.

-Gracias, tío… Pero lo que quería decir al contarte esto, además de que confío en ti, es que… Si yo tuviera un pasado que revisitar, no me lo pensaría. Sí, sé que Rober te habrá dicho que lo mejor es dejarlo atrás y suele dar los mejores consejos, puede que en esto también lleve gran parte de razón, pero tío, no veo por qué no deberíamos poder seguir en contacto con nuestra vida anterior. Sí, claro que hay que andarse con cuidado, pero joder, mucha gente tiene sus secretos y siguen viviendo como si nada. Seguimos siendo gente normal, no somos el puto Batman…

Me reí. Bobby era increíble, sin duda. Después de ese momento de rotura, había conseguido hacer que todo volviese a la normalidad con un simple comentario gracioso. Tenía ese don.

-Rober es un gran tío y entiendo lo que me dijo. Es mucho más simple dejar atrás y seguir adelante con un nueva vida, entiendo que seguir atado a lo anterior cuando sabes que realmente eres distinto…

-¿¡Qué coño distinto!?, ¿por tener una dieta diferente y unos horarios de sueño cambiados?, ¿por tener una fotofobia algo más grave de lo normal, un poco más de fuerza, agilidad y poder poner un careto feísimo si queremos? Somos raros, no diferentes. Una especie de zurdocelíacos dopados, veganos de sangre… Sangranos. Pero de buen rollo. No vamos por ahí dejando seca a la gente a mordiscos, no somos bestias. Bueno, algún hijoputa hay, pero no por ser vampiros, porque lo son y punto.

Me quedé mudo otra vez, pero ahora por razones totalmente opuestas.
-Bobby, creía que mi anterior compañero de piso estaba algo zumbado…

-Ya, ya, cuesta seguirme el ritmo…

Nos empezamos a partir de risa los dos. Justo entonces se abrió la puerta de la cafetería y oí una voz que me resultó muy vagamente familiar. Me sobresalté, aunque no conseguía recordar de qué me sonaba esa voz femenina. En cuanto las dos chicas se sentaron unas mesas más allá y miré un segundo hacia ellas me incorporé hacia delante en la mesa, intentando que Bobby se interpusiera entre ellas y yo.

-¿Qué pasa?

-Conozco a esa chica -Bobby comenzó a girar la cabeza, pero le detuve a tiempo-. ¡No mires!

-¿Qué hay de malo?¿Es que es tu ex?

-No… En realidad apenas la conozco, pero…

-Entonces… -se giró para mirarlas, ahora sin hacer caso a mis gestos para que no lo hiciera-. ¿A cual de las dos te refieres?

Me eché una mano a la cabeza, resignado.

-A la morena, la de pelo más oscuro. Bueno, creo que a la otra también, son amigas.

En efecto, recordaba más a la que me había escrito por redes sociales. No temía tanto al encuentro en sí como a la vergüenza que me daba recordar que fue ella la que me encontró en el metro justo después de que despertara convertido. Debió de ser un espectáculo penoso verme así. Debería dar la imagen de ser un desequilibrado al que de vez en cuando le apetece jugársela y  hacer malabares sobre la fina línea que separa una buena borrachera de un coma etílico. No creía que fuese a colar otra explicación.

-La otra ha mirado hacia aquí. Joder, está bien buena… La morena también, claro… ¿Por qué no saludamos? -sugirió Bobby, cuyo fuerte no era la sutileza, porque no había dejado de mirar hacia ellas mientras decía esto.

-Cuando volví a casa después de la noche en la que… Bueno, en la que me convirtieron, ella me vio. En realidad me llevó a rastras desde la boca del metro hasta mi salón. Imagínate…

-Ah… Te da vergüenza.

-¿En serio? Ni se me había ocurrido…

-Si estás para sarcasmos estás para saludar -se levantó. 

No me quedó más remedio, iba a ser peor si dejaba que Bobby lo hiciese a su manera, así que intenté no pensar en ello y simplemente me dirigí hacia ellas tan casualmente.

Al estar casi a un par de metros de su mesa ya, ella me miró. Me refiero a la morena, entonces me di cuenta de que ni siquiera recordaba su nombre y el de su amiga menos, pero peor aún fue…

-Hola, ¿qué tal? Soy Bobby, el nuevo compañero de piso de Fabio.

Me quedé parado con una sonrisa de idiota que ahora pagaría por ver, mirando intermitentemente hacia Bobby y hacia las chicas.

-Eh… Sí, este boca chancla… Es Bobby.

Por suerte lo que siguió no se convirtió en un silencio tenso. Ella (mi celadora particular) Sonrió, se levantó y dio un paso hacia mí.

-¡Hola! -me dio un par de besos y luego hizo lo propio con Bobby-. Hace mucho que no se te ve por aquí.

La otra chica, algo más alta y de pelo castaño claro se levantó y nos dio un par de besos a los dos también. Por el rabillo del ojo vi como Bobby comenzaba a decirle algo, pero no me di cuenta del qué, mi cerebro estaba trabajando rápidamente en inventar una historia para responder.

-Bueno, me mudé, como creo que te dije por mensaje… -me rasqué la nuca- Sí. ¿Y tú qué tal?

Me acababa de debatir entre la opción de simplemente darle las gracias por lo que hizo al ayudarme aquel día lo más pronto posible para quitármelo de encima rápidamente o hacer como si nada. Obviamente, ganó la segunda opción. Aunque no serviría de mucho.

-Bien, bueno, liadísima con la uni -rió-, es un estrés constante -bajó la mirada un momento y se rascó el brazo izquierdo. Luego volvió a mirarme-. Me quedé un poco preocupada aquella vez, perdona si he sido pesada con los mensajes.

-¿Qué? No, para nada, es que no suelo meterme mucho en mi perfil, lo tengo abandonado…

-Trabaja demasiado, estoy harto de decirle que se relaje un poco y viva la vida -soltó Bobby, abriendo nuevas opciones de diálogo que resultaban un problema más para mi inventiva.

-¿Estás trabajando a tiempo completo? Ya me parecía raro no verte nunca por el campus -dijo ella.

-No, es que no me matriculé este año -me seguía mirando sin decir nada, así que añadí algo más para zanjar el asunto-. Necesitaba un año sabático…

-Uf… Justo lo que necesitaría yo también.

Para qué iba a decir que lo último que me preocupaba en ese momento era si volvería a retomar algún día mis estudios.

-No creo, tienes pinta de aplicada, seguro que lo llevas como la seda -sonrió. Tenía una sonrisa muy bonita. Me dirigí a Bobby, que seguía hablando con la otra chica-. Se hace tarde, tendremos que ir volviendo ya, ¿no?

Me miró y pude leer perfectamente un “aguafiestas” en su rostro.

-Sí… Bueno, Gisi, Cami… -les dio otro par de besos a las dos.

Yo iba a despedirme con un simple “que vaya bien, hasta luego” y un gesto de la mano, pero pensé que sería incómodo si no imitaba a Bobby. Maldito ligón… Al menos gracias a él recordé sus nombres.

-Si vienes alguna vez por aquí avisa… -me dijo Cami, la lazarillo de resacosos descarriados-. Es difícil mantener el contacto contigo por los medios habituales -sonrió.

-Perdón -le devolví una sonrisa excusándome-, prometo revisar mis mensajes más a menudo. 

Nos fuimos. Y realmente tenía intención de cumplir esto último que le dije, pero a veces simplemente las cosas se van al traste de nuevo y la vida se vuelve loca otra vez…