viernes, 28 de febrero de 2020

Levantia, capítulo 10

10





Bobby no paró de bromear con el tema de las chicas en todo el trayecto de vuelta a nuestro barrio. Ya era obvio al verlo hablar con ella, pero ahora me quedaba más claro aún que le había gustado la amiga de Cami, Gisela.

-¡Vamos, no puedes haber pasado por alto que le gustas, no puedes ser tan cazurro! -dijo, refiriéndose a Cami-. Te lo digo, si no quieres tú voy a ir yo solo. O con Nando.

-¿Con Nando? -reí-. Eso me gustaría verlo.

-O tú o Nando, tú eliges, no quiero sentirme mal porque un colega mío se quede de sujetavelas…

Saqué las llaves para abrir la puerta del portal de casa. 

-No es que no me guste la idea… Pero creo que sería complicarse demasiado la vida. No quiero estar continuamente pendiente de cuidar mis palabras para que no me lleven a un punto en una conversación en el que tenga que mentir. No sería… No sería real, no sería honesto. Para tener amistades así, prefiero no tenerlas.

Lo dije así, pero realmente me encantaba la idea de volver a tener contacto con alguien anterior a todo lo que me había ocurrido desde aquella noche en la que decidí cometer la estupidez de mi vida. Aunque si lo pensaba mejor, ¿a caso hubiera preferido volver al norte con mis padres a estar con quien estaba en ese momento? 





Pasaron los días y la idea venía una y otras vez a mi mente. No era mi vida anterior lo que añoraba realmente, al menos no la que tenía justo en el momento en que aquella vida acabó y comenzó esta. En realidad era el fantasma del futuro que alguna vez soñé tener, todo aquello que ya nunca sería, pero eso no era porque me hubiesen convertido y estuviese donde estaba en ese momento. Continuamente se nos están cerrando definitivamente las puertas a futuros que habíamos imaginado y que esperábamos. Algo cambia, alguien falta, algo nos falta, algo acaba… Toda aquella melancolía, la nostalgia que casi por costumbre me visitaba bastante a menudo, no era por el pasado, si no por el futuro. Ahora no veía nada delante de mí. Tenía un presente, sí, pero no veía a dónde podría llevarme, no creía que me fuese a trasladar a un lugar distinto y no me refiero a un lugar físico. A pesar de las cosas buenas que tenía, me di cuenta de que estaba perdido. Y eso era mi conexión con mi anterior vida, porque justamente el estar perdido ya antes me llevó a actuar como lo hice. 

No fue si no al cabo de poco más de un par de meses, en los últimos días de marzo, cuando Bobby me volvió a sacar el tema. 

-Gisela me ha dicho de quedar un día para hacer algo en vacaciones.
Yo estaba acabando de fregar unos vasos, habíamos cerrado hacía una media hora el local. Era uno de esos fines de semana en los que Rober y la pequeña Alma se iban, así que estábamos solos Bobby, Nando y yo, aunque esas fechas no estaba habiendo tanto ajetreo y nos las arreglamos perfectamente.

-Ah… -cuando fregaba me abstraía del mundo a mi alrededor, aunque en ese momento mi parca respuesta fue debida más a no saber lo que decir realmente.

-Sí, Cami te lo dijo en un mensaje.

-Mierda… -como de costumbre, no había revisado mis redes sociales en semanas-. No lo he visto.

-¿Y qué?¿Te hace, no?

Suspiré mientras secaba una jarra y la ponía en su sitio.

-Pero no podemos ir de día… Y…

-¿Te hace o no? Les podemos poner cualquier excusa para que sea al anochecer, joder.

Pensé un momento. Realmente, ¿qué daño podía hacer pasar un rato divirtiéndonos con alguien? Siempre que mantuviera unas distancias mínimas, claro.

-Vale, hecho. Cuando lleguemos a casa miraré y le contestaré a Cami, de paso me disculpo…

La puerta se abrió en ese momento. Nando había salido a sacar basura, así que al mirar hacia allí esperando verle a él el sobresalto fue mayor.

-Está cerrado… -le dije desde la barra.

-Lo sé. No vengo a daros trabajo.

La forma en la que dijo aquello y su expresión no me gustaron un pelo, pero es que él no me había gustado un pelo desde la primera vez que le vi. Era aquel tipo trajeado y con un kilo de gomina en la cabeza que otras veces había venido preguntando por Rober, el tal Hugo Ventalbano. Supuse que su cohorte de guardaespaldas estaría en la puerta.

-Rober no está.

-No vengo a hablar con él, aunque me gustaría. Fabio, quiero que respondas a unas preguntas -se acercó a nosotros y miró a Bobby-. Si no te importa, ve a revisar el almacén o a fregar la acera de la entrada, anda, adelanta con otra tarea mientras tu compañero y yo hablamos.

Bobby le miró airado, pero no dijo nada. Luego me miró a mí. No me parecía que negarme fuera una opción inteligente, así que asentí. Bobby frunció un poco en entrecejo pero se metió en el almacén, no sin antes echar una mirada rebelde de nuevo a aquel tipo.

-Bien. Tranquilo, no son más que unas preguntas, luego podrás seguir con lo tuyo… -asentí de nuevo-. ¿Desde cuando estás aquí?

-Desde poco antes de que abriéramos, sobre las ocho…

Soltó aire en algo que no llegó a ser una carcajada y sonrió.

-Vaya, un tipo carismático… Ahora entiende que la razón por la que estoy aquí es seria, cuando venga a tomar algo puedes seguir jugando intentando abrumarme con tu ingenio, pero en lo que se refiere a este instante, si vuelves a intentarlo puede que después de todo no vayas a seguir con lo tuyo tranquilamente, como te he asegurado antes -fui a excusarme diciendo que le había respondido a lo que creía que me había preguntado, pero me cortó-. ¿Desde cuando trabajas aquí?

Seguramente percibió cómo tragué saliva, porque noté cierta satisfacción en su mirada y sus marcadas facciones.

-Desde otoño, octubre más o menos, no recuerdo el día exacto.

Entrecerró un poco los ojos, echando la cabeza un poco atrás.

-Recuerdas el aspecto de quien te convirtió, ¿verdad?

Por más que intenté que nada se alterara en mi respuesta sensorial a aquella pregunta, no creo que lograse esconder mi reacción. Al instante todo cobró sentido en mi cabeza, ese tipo estaba buscando a Milena, y casi sin ningún tipo de duda era para ejecutarla.
Me sentí extraño. Sabía que no debía jugar con ese tipo, pero no quería que encontrasen a Milena, al menos no antes de hacerlo yo. No, era algo más… Me sentí muy violentado, como si quisiera arrancarle la nuez con mis propios dientes tan solo con pensar en que ese tipo o alguien como él pudiera ponerle un dedo encima a Milena. Era… Era una necesidad. 

-Estaba muy borracho -realmente no mentí, no del todo- apenas puedo recordar nada después de… -«mierda» pensé. La conocí sobrio, obviamente, pero al vacilar antes de decir “después de salir de aquel sitio en el que empecé la noche”, me había delatado. Igualmente, seguí con esa estrategia, una vez has comenzado el ataque, detenerte y cambiar de táctica casi con seguridad puede resultar letal para tus intenciones, es una de las pocas cosas que he aprendido en la vida que realmente es una verdad inamovible-… De aquél lugar donde empecé la fiesta aquella noche. No me importaba lo que me pudiera pasar porque…

-No me interesa tu vida, ahórrate los detalles -el truco de soltar humo en forma de saturación del relato con detalles personales para esconder mis verdaderas intenciones falló-. Te lo repetiré una vez más, no me importa, prefiero perder unos segundos más con tal de que el trabajo sea limpio… Dime quién te convirtió y dime qué sabes de ella.
“Ella”, estaba claro, y no solo por este detalle, algo en su expresión, seguramente deliberado, me hizo saber que él sabía que a quién buscaba era la misma persona que me había convertido, así que decidí que seguir mareando la perdiz no tenía mucho sentido. Aun así decidí actuar como un palurdo del tres al cuarto y con cierta indiferencia.

-Vale… Fue una tía… Estaba buenísima y claro… Ella vino y me habló, me dijo que quería beber conmigo y no pude negarme, ya me entiendes…

-No, no te entiendo. La falta de fuerza de voluntad suficiente como para no ser controlados por sus instintos más primarios de los humanos es algo que hace mucho tiempo que olvidé. Ahora me repugna -me miró fíjamente-. Yo controlo mis instintos, obtengo lo que quiero cuando quiero y como quiero, ni antes ni después. Nada puede afectarme. Por eso soy superior a cualquiera de vosotros, pero basta de cháchara, apenas has comenzado a contestar mi pregunta.

Definitivamente, no me gustaba nada ese tipo.

-Tenía el pelo negro, largo… Ojos… Marrones, o oscuros, negros casi quizá, no sé, no llegué a distinguir tantos detalles, estaba más pendiente de otras cosas. Era poco menos alta que yo… 

-Olvídate de la descripción, ¿qué sabes de ella?

No necesitaba regatear esa respuesta, así que me tranquilicé.

-Sólo eso, no he vuelto a verla desde el momento en que me convirtió. Simplemente desperté allí y ya no estaba…

-¿Dónde? -su mirada adquirió un brillo inquietante. Me di cuenta al instante de mi metedura de pata al bajar la guardia.

-¿Dónde qué? -la había cagado y me acababa de caer con todo el equipo.

El tipo se incorporó lentamente. Casi sin poder percibirlo yo, en un movimiento sobrehumanamente rápido y potente me cogió del cuello, me levantó por encima de la barra y me estampó contra el suelo al otro lado. Prácticamente sólo noté la presión en el cuello y la cabeza, todo ello pasó en un abrir y cerrar de ojos, tanto que ni sentí el golpe en la espalda.

Me miraba fíjamente, pero sus ojos se habían tornado negros por completo, y cada músculo de su rostro parecía tenso como un cable de acero. Comencé a notar algo húmeda la parte de atrás de mi cabeza y empecé a notar el dolor. 

-Dime todo lo que sabes sobre ella y si lo haces en menos de treinta segundos y de manera entendible no te seccionaré la cabeza.

Me dispuse a hablar justo cuando alguien más entró en el local.

-¿Qué está pasando aquí?
Noté un alivio tremendo al oír su voz. Rober había entrado por la parte de atrás, Bobby estaba a su lado.

-Vaya, tus empleados me habían dicho que estabas de días libres… -dijo el trajeado sin soltarme.

-He decidido hacer una visita sorpresa el último día. Suéltale.

Sonrió, y su rostro fue adquiriendo de nuevo una apariencia más humana mientras reducía la presión de su agarre en mi cuello hasta soltarme. Bobby vino y me ayudó a incorporarme.

-Resulta que sí se te cuelan ratas, Roberto… -dijo, haciendo un gesto despectivo con el mentón hacia mí- Mira que te lo he advertido veces.

-Sí, a veces agreden a mis empleados incluso, lástima que no pueda pagarles un plus por peligrosidad.

El engominado (que por cierto ni se había despeinado), soltó una carcajada.

-Ahora podrás pagárselo al otro, éste se viene conmigo. Míralo como una reducción de personal, últimamente la clientela ha bajado, no necesitas a dos.

-Claro. ¿Tienes la orden?¿No? Bueno, llamo en un momento al alcalde para que me lo confirme, no hay problema, espera un minuto…

Conforme Rober se echaba la mano al bolsillo y sacaba su teléfono móvil, la sonrisa de autosuficiencia del trajeado se diluyó ligeramente. Rober se detuvo y le miró. 

-Las cosas no van a tardar demasiado en cambiar en Levantia, lo sabes. No te conviene estar a malas conmigo, ¿quién te protegerá cuando el alcalde ya no pueda hacerlo?¿quién protegerá a tu niña y a todos estos…?

Rober saltó por encima de la barra con agilidad pero sin perder la compostura. Se puso delante de él.

-Si se diera el caso, yo mismo tendría que proteger a mi gente -dijo, levantando ligeramente la mandíbula y alineando su mirada con la de Hugo. Aunque este le sacaba algunos centímetros de altura, Rober seguía imponiendo físicamente más.

Hugo le miró las cicatrices que subían desde el cuello a su cara.

-Bonito regalo te dejaron ahí… Algún día me contarás cómo fue.

Se giró y comezó a caminar hacia la puerta. Antes de llegar volvió la cabeza y miró justo donde mi cabeza había dejado una mancha de sangre. Pude fijarme en que frunció un poco el ceñlo antes de mirarme, volver de nuevo la cabeza y salir del local definitivamente.

La tensión que se había acumulado en mi cuerpo desapareció en gran medida al cerrarse la puerta tras él.

-Mamón de mierda… Te ha hecho una brecha en la cabeza -dijo Bobby mirándome la coronilla.

-He manchado el suelo… 

-No te preocupes, ahora lo limpio yo -me cortó Rober-. Ve con Bobby al almacén y ocuparos de la herida, presionadla con algo para detener la hemorragia.

Hicimos como dijo. Al apoyarme sobre un barril comencé a notar un hormigueo en la cabeza, que se entremezclaba con el dolor. Bobby sacó algunas cosas de un botiquín viejo.

-¿Ves? Si nos hostian la cabeza contra el suelo se nos abre un tajo y sangramos, como todo buen vecino, ¿recuerdas?, no somos tan sobrenaturales como en las historias… -noté cómo me apartaba el pelo de aquí para allá- Joder, no la encuentro… A ver, ponte bajo la luz.

Me levanté y me puse de espaldas a los tubos LED que iluminaban el almacén.

-Vale, la tengo… -dijo, tras volver a apartarme el pelo-. Hostia… 

-¿Qué pasa?

-Ya no sangra. ¿Qué cojones…?

Se miró la mano. Tenía las yemas de los dedos manchadas, de un color violáceo oscuro. No entendía su sorpresa, claramente era la sangre que me había salido.

-¿Qué?

-El color… 

-¿El color?

-Es raro, mi sangre es granate, más oscura y densa que antes, pero…

-A ver… -ciertamente, el color variaba demasiado del granate oscuro, no era otro tono, si no un color distinto-. ¿Y qué?

Salimos a enseñárselo a Rober, pero como siempre, él ya nos llevaba ventaja. Me miró mientras escurría el mocho en el cubo.

-Ya me he fijado. ¿Te la has lavado del pelo y el cuello?. Lávate, cerramos y nos vamos ya a casa. Mañana venimos un poco antes y acabamos de recoger todo antes de abrir. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario