lunes, 12 de octubre de 2020

Hablemos de algo bonito...

 Podría empezar disculpándome por tener esto tan abandonado, hace mucho que no escribo nada y lo subo aquí, pero bueno, ahora pongo remedio a eso. 

Sin más preámbulo… Vamos a hablar de cosas bonitas, llamadlo como queráis y recordad esta frase.


Creo que está bien dados los tiempos que corren y a pesar de todo recordar quienes somos… Tener en cuenta que somos capaces de lo mejor aunque muchas veces y durante mucho tiempo nos parezca que el mundo es un lugar gris tirando a negro y no haya más vuelta de hoja. Todos hemos estado ahí en mayor o menor medida, y si no lo has estado una de dos, o tienes mi enhorabuena (cosa muy, muy rara, aunque no imposible) o mi compasión. Porque seamos honestos, somos capaces de sufrir y experimentar dolor emocionalmente porque también lo somos de sentir lo mejor, de una manera en la que ningún otro ser vivo lo hace. Sentir emociones, tan intensamente, incluso las que nos causan dolor, es lo que nos hace verdaderamente humanos. Del dolor pueden nacer cosas preciosas, como no nos hemos cansado de demostrar como especie, ya sea en el arte o la ciencia, porque en el fondo sabemos que hay otro lado de la moneda, y eso nos genera un sentimiento que probablemente sea el gran impulsor de todo lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos, la esperanza, que tantas formas adopta (si habéis leído la entrada sobre la curiosidad entenderéis que ahora diga que es una forma de esperanza).


Pero bueno, dejando a parte los grandes logros como conjunto, como unidad, como especie que somos, voy a centrarme en algo más concreto. Y ahora dejo de hablaros a todos en general y te hablo a ti que estás leyendo esto, te miro a ti.


Y voy a hablarte de amor (me suda los cojones lo cursi que suene y quien deje de leer por sentirse incómodo por ello tiene un problema que solucionar, pero todos hemos estado ahí en algún momento xD).


Amor, eso que tanto se confunde con tantas cosas hoy en día. Adopta muchas formas y tamaños, por supuesto, desde el que podemos sentir por la primera persona con la que tenemos contacto (nuestra madre), nuestro padre, hermanos, familia, amigos… Incluso por personas totalmente desconocidas que solo aparecen un instante como estrellas fugaces para enseñarnos o demostrarnos algo y hacernos crecer como personas. También por animales, claro, incluso por lugares u objetos que nos recuerden a alguien o algo. Ahora quiero hablar de un amor en concreto. De ese que con suerte choca contra ti en esta vida y te deja empapado por completo, sacándote de golpe de tus pensamientos cenizos que traías en la cabeza y el corazón mientras venías andando a lo tuyo por esta vida. De ese que te genera curiosidad al principio, necesaria para seguir explorando y conociendo, y necesidad más tarde, al darte cuenta de que está ahí, de que de verdad existe. Y sí, existe, pero esto no es un cuento de hadas por más que lo parezca. Debes estar preparado, de algún modo debes estar convencido o convencida a pesar de todo y seguir caminando con esa pequeña llama de esperanza dentro de ti, la que por mucho que estemos decepcionados con la vida o la gente y nos volvamos un poco de piedra, hace que nos emocionemos cuando presenciamos ciertas cosas (a mí me ponéis vídeos de regresos a casa de soldados destinados a zonas conflictivas y las reacciones tanto de ellos como de sus mujeres, maridos, hijos e hijas o padres y madres y tenéis fuente de lágrimas para rato, por ejemplo). Y nos emocionamos porque sabemos que es real, que lo verdaderamente importante es eso. 


Cuando de repente comienza a existir para ti alguien de quien no sabías nada y a cada día que pasa vas conociendo más debido a esa curiosidad, esa esperanza y te das cuenta de que es acierto tras acierto, de que incluso cosas que ni imaginabas o relacionabas con esa persona te enamoran más aún… Es pura magia, sí. Cuando notas esa apertura, esa transparencia y honestidad y te golpea como un chorro de agua fría que te despierta sin que te des ni cuenta de esos sueños grises que venías teniendo… Magia. Primero notas una seguridad genuina, que hace que te reafirmes en tu propósito de conseguir saber más, porque empiezas a sospechar seriamente que ahí está por fin, ese remanso de paz que la esperanza prometía. Y como ya he dicho antes, no es un cuento de hadas por más que lo parezca, y todo tiene un precio, una letra pequeña en el contrato. Aparece el miedo a pagar por esa ilusión y es cuando realmente tienes que demostrarte a ti mismo que es lo que quieres con total convencimiento. Siempre hemos luchado, y el amor no viene porque sí por más que lo parezca, porque ese miedo aparece para poner precio a la bendición que te ha llegado, así que hay que ser valiente. Pero claro, tan valiente es la otra persona también que entre ambos os sentís inspirados, como un equipo de ensueño. Entonces es cuando la complicidad saca pecho y se convierte en compenetración. Cuando además de esa emoción aparentemente inexplicable ponemos de nuestra parte conscientemente porque tenemos la determinación que aquella seguridad nos dio. 


Nada que merezca realmente la pena en esta vida está exento de esfuerzo y dedicación, y sabes que estarás ahí cuando los días no vengan tan soleados, y sabes que la otra persona es tan fiera guerrera como tú (si no más) y también tirará de ti cuando te fallen las piernas, que se pondrá espalda contra espalda contigo y lucharéis con garras y dientes juntos, sabiendo que no estáis ahí por la victoria, si no por la gloria de batallar juntos y haceros eternos el uno al otro. 


Cuando esa persona indicada aparece y comienza a existir para ti lo tienes claro, sabes que todas las lecciones merecieron la pena. Notas como has llegado a tu lugar en el mundo. Respiras hondo… Y te pones manos a la obra para edificar vuestra felicidad en esta vida, claro. Sabiendo que no importa si llueve o hace sol, quieres verla sonreír, reír a carcajadas, sentirse tan bien y hacerla reconocer lo maravillosa y especial que es… Y que el mundo sepa que ha nacido una nueva luz, que no han de perder esa tenue llamita de esperanza dentro de ellos. Que cuando sientan el impulso de saltar tienen que hacerlo con valentía, porque hay mucho que ganar y nada, absolutamente nada que perder (el ego es la mayor inutilidad y el mayor peso muerto que existe). 


Como dice la canción de Wet, Wet, Wet “mostrémoslo”. Enseñémosle al mundo que es posible y que la vida, por más triste y gris que pueda ponerse en muchos momentos, también alberga lo más fascinante y maravilloso a la espera de aquellos que se atreven a sentir, que se lanzan a pecho descubierto a la batalla como guerreros poetas vikingos.



Gracias por leer una vez más, espero poder subir más cosillas pronto y no tener esto tan abandonado.



Ah, al principio os he dicho que llamaseis a esto como quisierais. Esperanza, amor, luz, dulzura, paz, hogar… Os voy a decir cómo lo llamo yo: 



Anabel.