domingo, 16 de febrero de 2020

Levantia, capítulo 9

9




Aquellas navidades, entre otros sentimientos, me invadió uno vagamente familiar. Me acordé de cuando era pequeño; tenía esa sensación de novedad, de sorpresa… Exactamente como cuando aún no recuerdas haber pasado algo parecido tantas veces, como si todo fuera nuevo. Tenía toda la lógica del mundo, en cierto modo, mi vida empezaba otra vez, tenía que volver a pasar por esa etapa en la que comenzaría a conocer a mi familia (a mi nueva familia), y todos los aspectos del nuevo mundo que me rodeaba. Aunque para ser sincero, creo que era la primera vez que sentía lo que era una familia realmente. Esos días estuvimos mucho juntos, Duna venía a trabajar al hueco, y a más la conocía más me despertaba una sensación de cobijo, quizá lo más parecido a como debería ser una madre que yo nunca he conocido, o al menos una hermana mayor. Rober, a pesar de su apariencia (y de que realmente, era nuestro jefe, claro) se erigía como un pilar de confianza para todos, un núcleo formidable que comandaba respeto sin siquiera proponérselo, pero a la vez nos tenía presentes a todos, nunca se le pasaba detalle de nuestro comportamiento, si te notaba alicaído o distraído, no se lo pensaba dos veces para hablar de ello, siempre en el momento apropiado, en intimidad con cada uno. Y cada vez que lo hacía conseguía aportar esa tranquilidad que necesitáramos en el momento dado. Era toda una experiencia verlo cuidar de la pequeña Alma. Con todo, comencé a admirarlo, a tenerlo como sólido ejemplo de lo que yo aspiraba a ser, aún cuando aquellos meses no tenía nada muy claro, por obvias razones.
Bobby y Nando se convirtieron en buenos amigos con el paso de los días, responsables de los momentos más divertidos y de desconexión de todo, con ellos parecía como si simplemente me hubiera cambiado de piso y hubiera conocido colegas nuevos. 
En cuanto a Martín, el extraño amigo de Rober… Siguió con la misma actitud durante los días que estuvo en el piso, siempre estaba mirando, con esos enormes ojos saltones y cristalinos, a veces sin expresión aparente, otras con media sonrisa, como si supiera el final de un chiste que aún se estaba contando. Era inquietante cuanto menos. Apenas crucé algunas palabras con él cuando coincidíamos en casa, porque El Hueco no lo pisó ni una sola vez, ni siquiera se podría decir que mantuvimos una conversación, literalmente, si yo le preguntaba algo o decía alguna típica frase para romper el hielo, como “qué frío hace hoy”, se limitaba a asentir y soltar un “sí”, o un “claro” acompañados por esa media sonrisa, la cual combinada con sus enormes ojos y las bolsas sobre las que reposaban le daba cierto aspecto de sapo a su rostro.

Ya que lo he mencionado, en mi trabajo me sentía cada vez con más confianza, lo que hacía que requiriera menos atención por mi parte cualquier cosa que hacía, ya fuera poner unas copas, limpiar, cobrar a los clientes o recoger vasos. Por esa razón comencé a ser más consciente del ambiente y a fijarme en las cosas que pasaban, la gente que entraba… Varias veces el corazón me dio un vuelco al creer ver una melena negra y lisa, o una chupa de cuero roja de mujer. Al parecer, ahora que por fin me habituaba a todo y mi mente volvía a un estado más neutro, ella regresaba a mi cabeza. Sabía que tenía que hacer algo, quería buscarla. 

-Es normal, a mí me pasaba también. Al menos hasta que ejecutaron a quien me convirtió -me dijo Bobby.
Estábamos dando una vuelta por mi “antiguo” barrio. Él mismo me preguntó un par de días antes si me pasaba algo, supongo que me vio alicaído. Lo cierto es que siempre tenía esa sombra de nostalgia por lo que había vivido los últimos años en Levantia encima (además de la insistente urgencia de encontrar alguna pista sobre el paradero de Milena, o de ella misma). Se ofreció para acompañarme a hacer una visita y tomar algo por la zona y lo hicimos justo el martes siguiente, el día en el cual El Hueco no abría. Pasaba mucho tiempo con Bobby, hasta dormíamos en la misma habitación todas las noches, comenzaba a conocerlo bien y he de decir que poca gente tan noble he encontrado en la vida, aunque tampoco es que haya conocido a mucha gente en profundidad. A su manera siempre estaba pendiente de los demás, y aunque no tuviera la habilidad o la madurez que tenía Rober para estabilizar a todos a su alrededor, la intención y la buena voluntad siempre estaban ahí. Probablemente era la influencia que el popio Rober ejercía sobre nosotros, que nos empujaba a actuar como él, a pensar como él… Era algo así como el líder de la manada, desde luego inspiraba admiración.

-¿Ejecutaron? -pregunté, sorprendido.

Subíamos por las escaleras de la parada de metro hacia el exterior. Los sonidos, el olor, la luz… Todo era distinto y al mismo tiempo familiar. Supongo que me había acostumbrado a mi nuevo barrio, pero una punzada de melancolía se me coló entre las costillas.

-Sí. Lo pillaron muy fácilmente, no es que fuera el delincuente más avispado -sonrió-. Joder, me da vergüenza admitirlo, pero me convirtió un puto gilipollas con media neurona enferma…

-Eres listo, me cuesta creer alguien sin dos dedos de frente te engañara…

-No, no me engaño… Yo no estaba en mis cabales…

Al ver su expresión decidí no seguir ese hilo, sé cuando alguien no se siente cómodo hablando de algo personal, o rememorando alguna cosa, me ha pasado muy a menudo.

-Entonces, ¿tú no sientes nada ya? Respecto a quien te…

-No, muerto el perro se acabó la rabia. Pero de no haber sido por Rober yo hubiera acabado igual que el imbécil. Cuando se pierde esa conexión, o lo que coño sea eso que te ata de alguna manera al que te ha convertido, la cabeza se te va bastante, y si alguien no te ayuda no eres más que una bestia descerebrada. No es permanente claro, pero hubiera bastado un día así para que yo hubiese hecho algo irreparable y que hubiera llamado demasiado la atención. De hecho estaba a punto de hacerlo cuando Rober intervino, como te conté.

El estómago me dio un pequeño vuelco al recordarme empapado de sangre delante del cuerpo de aquel tipo que me quería atracar aquella noche en aquel callejón, antes de conocer a Bobby y Rober. Mi cerebro había bloqueado ese recuerdo y de repente sentí un leve mareo.

-¿Qué pasa?

-Nada, es que… El ambiente… Tranquilo, no es nada.

Bobby se quedó mirándome un momento. Al igual que yo, vi en sus ojos que él también sabía cuando no seguir indagando.

-Bueno, pues nunca he estado en esta parte de la ciudad, así que tú diriges -dijo ya en plena calle, zanjando rápidamente el tema.

Por un lado quería evitar los lugares por donde solía moverme, en cierto modo me preocupaba encontrarme con alguien, pero realmente sólo había una persona a la que pudiera importarle volver a verme por allí como para reparar en mí más de un par de segundos, y sería muchísima casualidad que me encontrase con Nuria por la calle allí a esas horas de la tarde, cuando comenzaba a anochecer. Siempre suelo encontrar pretextos o excusas para salirme con la mía, incluso cuando conscientemente sé que no debería hacer algo, así que finalmente pasamos por casi cada lugar por el que yo solía hacer vida un día normal.

Bobby y yo fuimos charlando prácticamente sin parar todo el rato. A pesar de todo el tiempo que pasábamos juntos, nunca solíamos hablar de nuestro pasado. De cualquier otra cosa sí, pero nunca, o casi nunca, de nuestra vida antes de cambiar. Ese día, mientras yo tenía media mente en nuestra conversación y la otra media en mis propios pensamientos y recuerdos a cada esquina que doblábamos, comenzó a darme detalles de quién era antes.

Había nacido en un pueblo ochenta kilómetros al sur de Levantia, siguiendo la costa, pero su familia (era hijo único) se mudó a la gran ciudad por motivos laborales. Él comenzó a destacar en el equipo de fútbol de su colegio de niño, me sorprendió saber que iba para futbolista, nunca lo hubiera pensado. Supongo que no se puede juzgar de primeras, o al menos no siempre. Más me sorprendió enterarme de que era el típico chaval popular, rodeado de amigos, de chicas… Eso sí que me dejó perplejo.

-¿Qué pasa?¿Por qué sonríes así, cabrito? -me espetó al ver mi reacción.

-Nada, nada… 

-Claro, como no tengo pintas de rompecorazones como tú no te lo crees… -ahora era él quien reía.

-Qué va… Si yo era todo lo contrario. No tuve amigos como tal hasta que vine aquí. Sí, algún colega en el instituto, pero por lo general siempre he estado solo. Bueno, tampoco es que en la universidad fuese un tío sociable, en realidad a parte de… De mi ex y mi compañero de piso, no tenía a nadie más cercano. Compañeros de clase, pero sólo eso, compañeros.

-Por la pausa deduzco que te marcó bastante.

-¿Qué?

Hizo un gesto torciendo un poco la cabeza.

-Tu ex.

¿Cómo resumírselo? Pensé un momento.

-Sí, bueno… Ya sabes -fue todo lo que me salió. 

Realmente no me apetecía rememorar todo aquello, aun cuando quedó zanjado.




Sobre las ocho paramos en una cafetería a la que yo no había entrado nunca antes, aun no estando lejos de donde yo vivía. Con el tiempo y la “dieta especial” de Rober, mi sistema digestivo ya toleraba algo de comida normal, aunque preferí limitarme a tomar un batido. Bobby se pidió una ensaimada con chocolate y un zumo de piña.



-Fue culpa mía, ¿sabes? -dijo al rato de sentarnos en la terraza

-¿Cómo?

-Que yo estuviera como estaba ese día. Cuando me convirtieron. Llevaba unos días vagando por las calles, estaba puesto de todo. 

Le miré, serio. Había estado toda la mañana con mi atención dividida, ahora la acaparaba toda Bobby.

-Yo era muy popular, sí. Demasiado. Era un gilipollas de mierda, nada más -vi cómo se le empañaban un poco los ojos-. Desde hacía años, yo qué sé, desde los quince o dieciséis o así, comencé a liarla demasiado, fiestas, algo de droga, gente estúpida… No tanto como yo, claro… Y un día pues… Se me fue demasiado de las manos. Mis padres venían en coche a recogerme al hospital, yo estaba… Por primera vez estaba acojonado, presentía que aquella vez sería la última, casi podía sentir la saliva de mi padre salpicándome la cara mientras me decía que no quería volver a saber nada más de mí mientras mi madre rompía a llorar.

-Joder… -no podía ponerme totalmente en su piel, quizá porque no había tenido unos padres por los que llegara a sentir un cariño real. O quizá sí lo hacía de niño, cuando aún no entendía nada y sólo quería a mi mamá y a mi papá (que no estaba, claro), pero me hacía una idea de cómo se debió sentir-. ¿Y qué pasó?

-Nada. 

-¿Nada? -pregunté, algo confuso-. ¿No dijeron nada?

Bobby se recostó un poco sobre el respaldo de la silla y se pasó una mano por la cabeza rapada. Yo esperé la respuesta.

-No lo sé. No sé qué hubieran dicho, murieron en la carretera -me quedé helado-. Se… Ese día hubo una tormenta enorme, un camión cisterna se les cruzó… Murieron carbonizados… 

No pude hablar un momento, no sabía qué decir. Siguió él mismo.

-Mi… Vida anterior acabó con una duda, nada más. Fue como si… Como si no hubiera valido para nada. En cuanto salí del hospital me perdí. Vagué, bebí, me metí y acabé allí, en el peor lugar de toda Levantia, o uno de los peores. Eso creía yo hasta que encontré a Rober, o él me encontró a mí. Probablemente debería haber muerto de una sobredosis, o ejecutado después de haber hecho alguna bestialidad recién convertido. Pasé mucho tiempo pensando en eso… ¿Por qué cojones seguía vivo?¿Por qué había nacido? No fui más que una maldición para mis padres, les jodí la vida hasta que la perdieron de la peor forma por mi culpa. No encuentro una descripción mejor de ser un monstruo, un puto castigo para el mundo.

No podía dejar de mirar a Bobby. Al oír su historia de repente la mía cobró una nueva dimensión. Lo que para mí había sido lo peor que me podía haber pasado, palidecía en comparación con lo que tuvo que sentir él. Fue entonces cuando aprendí que no importa lo jodido que puedas llegar a estar, siempre puede ser peor. E incluso así, siempre hay oportunidad de superarlo.

-Lo siento, Bobby…

Asintió.

-Gracias, tío… Pero lo que quería decir al contarte esto, además de que confío en ti, es que… Si yo tuviera un pasado que revisitar, no me lo pensaría. Sí, sé que Rober te habrá dicho que lo mejor es dejarlo atrás y suele dar los mejores consejos, puede que en esto también lleve gran parte de razón, pero tío, no veo por qué no deberíamos poder seguir en contacto con nuestra vida anterior. Sí, claro que hay que andarse con cuidado, pero joder, mucha gente tiene sus secretos y siguen viviendo como si nada. Seguimos siendo gente normal, no somos el puto Batman…

Me reí. Bobby era increíble, sin duda. Después de ese momento de rotura, había conseguido hacer que todo volviese a la normalidad con un simple comentario gracioso. Tenía ese don.

-Rober es un gran tío y entiendo lo que me dijo. Es mucho más simple dejar atrás y seguir adelante con un nueva vida, entiendo que seguir atado a lo anterior cuando sabes que realmente eres distinto…

-¿¡Qué coño distinto!?, ¿por tener una dieta diferente y unos horarios de sueño cambiados?, ¿por tener una fotofobia algo más grave de lo normal, un poco más de fuerza, agilidad y poder poner un careto feísimo si queremos? Somos raros, no diferentes. Una especie de zurdocelíacos dopados, veganos de sangre… Sangranos. Pero de buen rollo. No vamos por ahí dejando seca a la gente a mordiscos, no somos bestias. Bueno, algún hijoputa hay, pero no por ser vampiros, porque lo son y punto.

Me quedé mudo otra vez, pero ahora por razones totalmente opuestas.
-Bobby, creía que mi anterior compañero de piso estaba algo zumbado…

-Ya, ya, cuesta seguirme el ritmo…

Nos empezamos a partir de risa los dos. Justo entonces se abrió la puerta de la cafetería y oí una voz que me resultó muy vagamente familiar. Me sobresalté, aunque no conseguía recordar de qué me sonaba esa voz femenina. En cuanto las dos chicas se sentaron unas mesas más allá y miré un segundo hacia ellas me incorporé hacia delante en la mesa, intentando que Bobby se interpusiera entre ellas y yo.

-¿Qué pasa?

-Conozco a esa chica -Bobby comenzó a girar la cabeza, pero le detuve a tiempo-. ¡No mires!

-¿Qué hay de malo?¿Es que es tu ex?

-No… En realidad apenas la conozco, pero…

-Entonces… -se giró para mirarlas, ahora sin hacer caso a mis gestos para que no lo hiciera-. ¿A cual de las dos te refieres?

Me eché una mano a la cabeza, resignado.

-A la morena, la de pelo más oscuro. Bueno, creo que a la otra también, son amigas.

En efecto, recordaba más a la que me había escrito por redes sociales. No temía tanto al encuentro en sí como a la vergüenza que me daba recordar que fue ella la que me encontró en el metro justo después de que despertara convertido. Debió de ser un espectáculo penoso verme así. Debería dar la imagen de ser un desequilibrado al que de vez en cuando le apetece jugársela y  hacer malabares sobre la fina línea que separa una buena borrachera de un coma etílico. No creía que fuese a colar otra explicación.

-La otra ha mirado hacia aquí. Joder, está bien buena… La morena también, claro… ¿Por qué no saludamos? -sugirió Bobby, cuyo fuerte no era la sutileza, porque no había dejado de mirar hacia ellas mientras decía esto.

-Cuando volví a casa después de la noche en la que… Bueno, en la que me convirtieron, ella me vio. En realidad me llevó a rastras desde la boca del metro hasta mi salón. Imagínate…

-Ah… Te da vergüenza.

-¿En serio? Ni se me había ocurrido…

-Si estás para sarcasmos estás para saludar -se levantó. 

No me quedó más remedio, iba a ser peor si dejaba que Bobby lo hiciese a su manera, así que intenté no pensar en ello y simplemente me dirigí hacia ellas tan casualmente.

Al estar casi a un par de metros de su mesa ya, ella me miró. Me refiero a la morena, entonces me di cuenta de que ni siquiera recordaba su nombre y el de su amiga menos, pero peor aún fue…

-Hola, ¿qué tal? Soy Bobby, el nuevo compañero de piso de Fabio.

Me quedé parado con una sonrisa de idiota que ahora pagaría por ver, mirando intermitentemente hacia Bobby y hacia las chicas.

-Eh… Sí, este boca chancla… Es Bobby.

Por suerte lo que siguió no se convirtió en un silencio tenso. Ella (mi celadora particular) Sonrió, se levantó y dio un paso hacia mí.

-¡Hola! -me dio un par de besos y luego hizo lo propio con Bobby-. Hace mucho que no se te ve por aquí.

La otra chica, algo más alta y de pelo castaño claro se levantó y nos dio un par de besos a los dos también. Por el rabillo del ojo vi como Bobby comenzaba a decirle algo, pero no me di cuenta del qué, mi cerebro estaba trabajando rápidamente en inventar una historia para responder.

-Bueno, me mudé, como creo que te dije por mensaje… -me rasqué la nuca- Sí. ¿Y tú qué tal?

Me acababa de debatir entre la opción de simplemente darle las gracias por lo que hizo al ayudarme aquel día lo más pronto posible para quitármelo de encima rápidamente o hacer como si nada. Obviamente, ganó la segunda opción. Aunque no serviría de mucho.

-Bien, bueno, liadísima con la uni -rió-, es un estrés constante -bajó la mirada un momento y se rascó el brazo izquierdo. Luego volvió a mirarme-. Me quedé un poco preocupada aquella vez, perdona si he sido pesada con los mensajes.

-¿Qué? No, para nada, es que no suelo meterme mucho en mi perfil, lo tengo abandonado…

-Trabaja demasiado, estoy harto de decirle que se relaje un poco y viva la vida -soltó Bobby, abriendo nuevas opciones de diálogo que resultaban un problema más para mi inventiva.

-¿Estás trabajando a tiempo completo? Ya me parecía raro no verte nunca por el campus -dijo ella.

-No, es que no me matriculé este año -me seguía mirando sin decir nada, así que añadí algo más para zanjar el asunto-. Necesitaba un año sabático…

-Uf… Justo lo que necesitaría yo también.

Para qué iba a decir que lo último que me preocupaba en ese momento era si volvería a retomar algún día mis estudios.

-No creo, tienes pinta de aplicada, seguro que lo llevas como la seda -sonrió. Tenía una sonrisa muy bonita. Me dirigí a Bobby, que seguía hablando con la otra chica-. Se hace tarde, tendremos que ir volviendo ya, ¿no?

Me miró y pude leer perfectamente un “aguafiestas” en su rostro.

-Sí… Bueno, Gisi, Cami… -les dio otro par de besos a las dos.

Yo iba a despedirme con un simple “que vaya bien, hasta luego” y un gesto de la mano, pero pensé que sería incómodo si no imitaba a Bobby. Maldito ligón… Al menos gracias a él recordé sus nombres.

-Si vienes alguna vez por aquí avisa… -me dijo Cami, la lazarillo de resacosos descarriados-. Es difícil mantener el contacto contigo por los medios habituales -sonrió.

-Perdón -le devolví una sonrisa excusándome-, prometo revisar mis mensajes más a menudo. 

Nos fuimos. Y realmente tenía intención de cumplir esto último que le dije, pero a veces simplemente las cosas se van al traste de nuevo y la vida se vuelve loca otra vez…

No hay comentarios:

Publicar un comentario