miércoles, 1 de abril de 2020

Levantia, epílogo.

Epílogo




Los días siguientes fueron como un sueño, nada parecía real. Volvió aquella sensación de vacío, de final, que experimenté muchos meses atrás, el año anterior, cuando me escondía días enteros en el edificio abandonado, en total oscuridad.


Aquella misma noche sacamos el cuerpo sin vida de Bobby de allí y lo metimos en el todoterreno de Rober. Nando se quedó fuera, lejos del local, en la siguiente esquina, sentado. No le dijimos nada. De hecho, ni siquiera nos dijimos nada entre Rober y yo mismo, a excepción de las indicaciones que de vez en cuando me daba para hacer lo que teníamos que hacer. 



-Tenemos llevárnolso fuera de la ciudad y darle un entierro digno… -dijo Rober tras unos minutos conduciendo hacia casa-. Todos debemos irnos, no podemos volver allí…


Yo me limité a asentir.


-Cogeremos a Alma, que se siente sobre tu regazo… -continuó. Obviamente, la niña no podía ir delante, al menos sola, lo último que necesitábamos era que nos parase la policía. Y no podíamos sentarla detrás con Bobby, había que ocultárselo a toda costa- Nos iremos directos a casa de Martín, es un sitio bastante aislado. Allí estaréis bien…


Cobré sentido al oír eso, y además recordé esas palabras que oí en mi cabeza en el callejón. No podía irme, no aún al menos.


-¿Estaremos?¿Y tú?


Negó con la cabeza.


-Yo he de volver.


-Yo también, Bobby es… Era mi amigo.


-Lo sé. Y yo lo sigo siendo, ¿no? Necesito que cuides de la niña, te pido ese favor.


-¿Y Duna?


-No voy a mezclar en esto a nadie más.


-¿Y nos vamos a esfumar así? Ella se preguntará…


-Pues que se pregunte. Fabio, a veces hay que dejar cosas atrás, en un momento ocurre algo que no tenías previsto y es necesario tomar decisiones. A nadie le gusta, pero al mundo, al… Puto destino o lo que sea, le da igual. No voy a imponerle a nadie que comparta mi suerte.


-Yo la comparto…


-No. Tú te has visto metido en esto, te necesito, en cuanto vuelva con Alma eres libre de hacer lo que quieras. 


-Suena a despido…


Me lanzó una mirada.


-Yo estaré ahí si me necesitas, pero después de esto quizá te vaya mejor solo. Puedes seguir con nosotros, eres ya de la familia, pero no es una imposición.


-¿Hasta ahora lo era?


-Aunque no lo pareciera, sí. Por tu bien. 


Me quedé mirando fíjamente la carretera a través del parabrisas unos instantes.


-Aún así, no puedo irme aún… -me lanzó una mirada levantando una ceja y frunciendo un poco el ceño-. He de ver a alguien.


-Fabio, no siempre puedes despedirte…


-No es eso. Sólo te pido tres días.


Se quedó en silencio un momento. Finalmente suspiró.


-Está bien. Al cuarto día te esperaré cerca de la salida a la autopista sur, no puedo arriesgarme a decirte el camino.


-Gracias. ¿Qué harás después, cuando vuelvas?


-Enterarme de lo que ha pasado y cobrar las deudas que haya que cobrar.


-¿Solo? Rober, era mucha gente. Y tenían una… Una puta bestia, ¿no lo viste?


-Ah… -se frotó un lacrimal con un dedo-. Esa puta bestia era yo.


Me quedé mirándole. Supongo que estaba muy sorprendido, pero en aquellos momentos mis emociones eran un pastiche muy liado y denso.


-¿Qué?


Fue lo único que me salió de la boca.


-Yo no soy un vampiro, soy un licántropo. Es un tema complicado, no puedo ir diciéndolo por ahí, en teoría ni siquiera debería estar cerca de la ciudad, mucho menos vivir en ella. Si he podido llevar esta vida ha sido gracias al alcalde. Ya te lo contaré todo mejor, sé que ahora mismo no comprendes nada.


-Pero aún así…


-Fabio, tengo dos dedos de frente, tranquilo, no me pasará nada.


No insistí, cambié a otro tema importante.


-Y yo… ¿Qué soy?


-¿Tú? Por lo que yo he visto y sé, un vampiro. 


-La sangre morada… Y… -no sabía cómo decir lo que quería decir-. Tú debes tener una fuerza descomunal, incluso para los estándares de un vampiro -asintió-. He hecho cosas… Creo que no son normales. Ni aun siendo lo que se supone que soy.


Llegamos a casa y dejamos el coche en doble fila justo delante del portal.


-Martín te puede dar más respuestas que yo. Espera junto al coche, yo subo a por Alma.


Se metió en el portal y yo me quedé allí. Miré a través de la ventana trasera. Habíamos tapado el cuerpo de Bobby con unas chaquetas, pero solo con ver el bulto se me hizo un nudo en la garganta. Noté que aquel instinto asesino que me había invadido aquella misma noche borboteaba en mi interior y comenzaba a subir de nuevo. Intenté calmarme. Pensé en lo que había pasado y me vino a la cabeza el cabrón de Hugo Ventalbano, sin duda aquello era cosa suya, pero pensar en ello no me ayudaba a reprimir mi instinto. Pensé entonces en Milena y las palabras que sonaron en mi cabeza “en lo alto del hotel Galápagos, dentro de tres noches. Y no vuelvas con tus amigos”… No vuelvas con tus amigos… Ella sabía lo que iba a pasar. No podía haberme hecho aquello… Pero ¿qué estaba diciendo? No la conocía de nada. Y aún así me resistía a culparla, a pensar que hubiese sido cosa suya. Además, Ventalbano la quería matarla, si había sido cosa de él… En aquel momento el sonido de la puerta del portal abriéndose me sacó de mis pensamientos.


-Fabio, te has manchado todo.


Alma, en brazos de Rober, señalaba con su manita hacia mi camiseta. Tenía manchas amoratadas alrededor de los agujeros y cortes que me habían dejado las puñaladas rápidas en el callejón.


-Ah sí, me he caído con una jarra de zumo de mora y mira cómo me he puesto. Soy un desastre, ¿a que sí? -intenté enfatizarlo con una sonrisa.


Surgió efecto y la niña se rió mientras Rober la metía en el coche.


-¿Necesitas que te acerque a algún sitio? -me preguntó Rober.


-No hace falta, me las apañaré…


-No te quedes aquí, y no te acerques al local. Si necesitas ayuda llama a Nando, pero no le digas nada, simplemente que nos hemos ido y no nos verá en una temporada.


-Tranquilo, no me pasará nada, tengo dos dedos de frente. Y Creo que también soy una puta bestia si es necesario -puse media sonrisa por la referencia, él, a pesar de cogerla, siguió serio.


-Mantén perfil bajo, contrólate. Recuerda, en la salida a la autopista sur, el cuarto día, mantente alerta y asegúrate de que no te sigue nadie.


Miré de nuevo dentro de la parte trasera del todoterreno.


-Le enterraré en algún lugar tranquilo y apartado, cerca de donde vive Martín, en pleno monte.


Asentí. Él me dio una palmada en el hombro y rodeó el coche para ponerse al volante. 



Los vi alejarse hasta que giraron una esquina y los perdí de vista. Tres días y tenía que pasar desapercibido. Sabía qué hacer, subí a cambiarme la ropa y cogí algo de comida y agua. Al volver a la calle caí en que podría haber cometido un error fatal, la idea había sido volver a donde todo empezó, un buen lugar para esconderse y pasar desapercibido, el edificio abandonado. Pero recordé que le había hablado de él a Ventalbano. La segunda opción pues era ir con Nando, pero no quería tener que contarle las cosas y mentirle, a Rober podía resultarle sencillo dejarlo todo atrás, pero yo no tenía esa habilidad, o esa experiencia. Acabé vagando hasta encontrar un pequeño túnel bajo un puente justo cuando empezaba a clarear, y allí esperé.




Se me hizo muy largo, no recordaba lo que era esperar aislado y solo. Aunque no dejé de estar algo intranquilo, aquel lugar no era el mejor escondite, pero no ocurrió nada, poca gente pasaba por allí y nadie se paró lo suficiente como para darse cuenta de mi presencia.


El tercer día por la tarde, cuando quedaría una hora hasta el anochecer por fin salí, tras pedir un taxi. Me lo había estado pensando, y tanto riesgo corría yendo andando hasta el hotel Galápagos (que estaba cerca del centro de Levantia, o lo que era lo mismo, muy lejos) como pidiendo un taxi. Además, si quería llegar puntual sin estar expuesto a la luz del día demasiado tiempo, era la única opción.


Cuando llegó, un par de minutos después, estudié concienzudamente con la mirad al conductor. No hubo nada que me hiciera sospechar de que no fuera un tipo normal y corriente haciendo su trabajo, así que me subí.




Una larga media hora después, que había pasado aguantando el fuerte e incómodo hormigueo en la piel que me causaba la luz del sol, le pagué al taxista, bajé y me metí rápidamente en el hotel. Aún era pronto, pero tenía que ingeniármelas para subir sin ser visto.

Aliviado del comezón solar, me senté en un sillón del hall y me hice el loco mirando el móvil. Es increíble lo que la gente presupone que estás esperando a alguien cuando haces esto, casi nunca te molestan, directamente pasas a estar catalogado como atrezzo.


Tras un buen rato aproveché un despiste de la recepcionista (por suerte no era uno de los principales hoteles de la ciudad y había sólo una persona) para colarme hacia donde estaban los ascensores. El resto fue fácil, sólo tuve que encontrar la escalera hacia la azotea. La puerta la forcé haciendo gala de mi recién descubierta fuerza, aunque con cuidado de no hacer demasiado ruido. Tuve éxito, ya que esperé un rato después del “crack” sordo que hizo la puerta y no oí ningunos pasos subiendo hacia allí. Salí a la azotea a esperar, juntando la puerta. Me agazapé tras una esquina por si las moscas.





Había anochecido hacía como tres horas y algo y era casi media noche. No había oído ningún ruido, por eso me sobresalté al oír su voz.


-Que puntual…


Me levanté del suelo y la vi, de pie unos metros más allá de la puerta, en el centro. El pulso se me aceleró, algo que ya ni me sorprendía.


-Llevo un buen rato aquí, sí… -me acerqué, al ver que ella seguía allí plantada-. ¿Qué…?¿Qué quieres?


-Hablar contigo. 


-¿Y no podías haberlo hecho antes? 


-Reproche, lo entiendo…


-Joder, claro que reproche, ¿por qué me hiciste esto? -se apartó un mechón azabache. 


-Porque estabas perdido. Por eso y porque quise, eso ya te lo dije.


Me quedé mirándola, serio.


-No me refiero a… Joder, no me refiero a que te acostaras conmigo.


-¿Acostarme contigo? -se rió- Bonito, te follé hasta dejarte seco, eso es lo que hice. Y nunca mejor dicho…


-¿Cómo puedes reírte? Yo no pedí…

-No te ha ido mal, yo no me quejaría tanto, cualquiera podía haberte convertido, cualquier imbécil, como le pasó a ese amigo tuyo del pub, el rapado. Tú al menos disfrutaste.


Al oírla mencionar a Bobby me acerqué más a ella. Y más. Quería matarla, se me apoderaba esa bestia interna. La cogí por la cintura sin miramientos, pegándola a la mía y la besé. Con ganas, con violencia.


Al separarse nuestras bocas me miró.


-¿Ya estás más tranquilo? Bien -se soltó de mí-. Si vuelves a hacer eso sin que yo te haya dado pie no te dará tiempo ni de arrepentirte -se me había pasado ese arrebato y me quedé sin saber qué decir-. No he venido a eso, y no te confundas, recuerda lo que te dije, lo hice porque me apetecía en aquel momento, nada más.


Asentí.


-Vale, claro, lo entiendo… -mentía como un bellaco, aquello me había dolido-. ¿Entonces, cómo sabías que iba a pasar lo que pasó? Y ¿cómo es que conocías a Bobby?


-¿A quién?


-El chico al que te acabas de referir, mi amigo. Lo mataron aquella noche.


Debió de notar algo en mi mirada. En parte el pensamiento de que ella tuviera algo que ver no me había abandonado, pero esa atracción que senía por ella chocaba fuertemente con la idea.


-Primero dime, ¿de qué hablaste con Hugo Ventalbano cuando te visitó?


-¿Qué?


-No soy una descerebrada de mierda, no voy por ahí convirtiendo a gente por gusto, como la mayoría, te he estado vigilando. Por eso “conozco” a tu amigo. En realidad conocía al inútil que le convirtió, no a él. 


-Entonces, ¿por qué no te has puesto en contacto conmigo antes?


-Porque tengo que ser discreta. Y porque la noche que iba a hacerlo apareció ese mamón engominado con sus gorilas. Los gorilas me dan igual, pero Ventalbano no. ¿Qué le dijiste?


-¿Qué podía decirle? Desapareciste sin más, no sabía nada de ti…


La puerta de la azotea se abrió de golpe, sobresaltándome. Empezaron a entrar hombres armados, conté seis, todos apuntaban a Milena. 


-¡La tenemos!


Milena se giró de nuevo para mirarme. Noté frío en su mirada. Me inspiró una emoción nueva: terror.


De pronto desapareció con una bruma. O más bien… Se convirtió en esa bruma.


-¡Mierda, disparad!


Los proyectiles empezaron a salir de las pistolas con silenciador, pero ya era tarde. La bruma se movió como un rayo, vi aparecer… A Milena, un instante, junto al primero de los hombres, sólo que la forma de su cuerpo había cambiado, era más grande y musculada. En unas décimas de segúndo desgarró el cuello de aquel primer hombre, salpicando de sangre todo a su alrededor y haciendo volar su cabeza. Desapareció justo antes de que varias balas pudieran alcanzarla. Apareció en el otro extremo, cortando una pierna por la ingle al segundo y rasgando hasta el ombligo. Desapareció de nuevo, el tercero fue empotrado contra el suelo y sus intestinos salieron disparados tras las garras de Milena como si de los chorros de una fuense te trataran. Aplastó el tórax del cuarto (literalmente) contra la pared de las escaleras que subían a la azotea. Volvió a desaparecer. Los dos últimos se pusieron espalda contra espalda, con los brazos en alto, apuntando a la espera de que apareciese de nuevo. El brazo con el que sujetaba el arma de uno de ellos cayó cercenado al suelo justo tras aparecer de nuevo ella, el otro se giró, sólo para ser atravesado en el pecho por las garras de Milena, quien luego abrió los brazos, prácticamente partiendo por la mitad al tipo. Al del brazo cercenado le aplastó la cabeza contra el suelo lanzándose sobre él. 


Todo esto debía haber ocurrido en cuestión de segundos.


Entonces Milena se puso de pie y se giró hacia mí. Antes de que pudiera exhalar el aire de mis pulmones de nuevo, sentí una fuerte arremetida y salí disparado hacia atrás, como si me hubieran disparado con un cañón de aire enorme. Cuando me detuve estaba colgando más allá del borde de la azotea, notando una fuerte presión en el cuello, ejercida por las grandes manos (más bien garras) de Milena. Renía los ojos en llamas, o eso parecía por el color que habían adquirido, sólo conservaba en negro de sus iris en el centro, una pequeña pupila. 


-Has traído cazadores… -su voz era diferente, gutural.


Sus enormes colmillos (mucho más robustos y pronunciados que los de cualquier vampiro que yo hubiese visto (incluido yo mismo), se acercaron peligrosamente a mi cara. Ella había creído que yo había conducido hasta allí a aquellos tipos. Podía sentir lo que estaba a punto de suceder, no podía hablar para negarlo su acusación debido a la presión en mi garganta. Ella parecía convencida. 


Observé los cuerpos, miembros arrancados, vísceras y sangre que cubrían la azotea tras ella. Noté una fuerte presión en el cuello. Con suerte mi cuerpo se estrellaría en la calle al caer en un sitio y mi cabeza en otro. Con menos suerte caería separado en más pedazos. Pero la presión se aflojó. Simplemente me soltó, y empecé a caer. 


Sí, definitivamente, si alguien quisiera que cundiese el pánico a nivel mundial, tan sólo tendrían que haber escuchado mi historia. En fin, el mundo seguirá igual, sin tener ni idea de lo que podría estar cociéndose en sus callejones, por la noche, o en edificios abandonados. En cualquier lugar apartado,  o no tanto. Incluso en las altas esferas que regían su sociedad.


Al menos, mi papel en esta historia aterradora acabará en cuanto mi espalda impacte contra el suelo… 

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