domingo, 11 de agosto de 2019

Levantia, capítulo 7.

7




Pasé unos días volviendo a dormir al edificio abandonado, en la misma habitación donde… Bueno, ahora ya sabía que además de haber tenido sexo desenfrenado con Milena, ella me había convertido en aquella habitación, aunque aún me sonara a broma de cámara oculta cuando pensaba en ello. 

El trato de Rober y compañía hacia mí era tan normal que en esos pocos días llegué a sentir que mis pies volvían a rozar el suelo levemente. Tenía una rutina, un propósito, no era gran cosa, pero me ayudaba a no dar muchas vueltas a mi situación. Me centraba en lo que Rober me mandaba hacer mientras estaba trabajando, el ver a más gente me tenía distraído. Luego, al cerrar volvía a la cruda realidad. Llegaba a mi “guarida” y me sentía absolutamente solo y muy confuso, aunque con la perspectiva de volver a El Hueco (como se llamaba el local, aunque no hubiese específicamente ningún cartel en la entrada que lo indicara) a la tarde siguiente, sobrellevaba el vacío interior que me invadía en medio de aquel silencio, aquella oscuridad y aquel olor a cerrado. No tenía más expectativas, solo volver y hacer el trabajo que hubiera que hacer en el local.

Una tarde, mientras hablaba con Bobby (el chaval escuálido con la cabeza rapada que puso su careto vampírico cuando Rober quiso convencerme de que lo que me estaba contando era real), salió el tema y este se rió.

-Rober, está de okupa en el bloque abandonado de la calle Ruano… -soltó en voz alta en medio del local. Me avergoncé, aunque pensándolo ahora, ser un okupa era lo más normal de lo que me ocurría en ese momento.

Rober se acercó desde detrás de la barra, mientras secaba una jarra y me miró a los ojos.

-Estoy en el bloque de pisos deshabitado, a unas cuantas manzanas… -me sentía como si me estuviera excusando, o disculpando por algo. Quizá pensé que me despediría por eso o algo así.

Rober siguió clavándome la mirada un momento, con su habitual ceño ligeramente fruncido. Suspiró.

-Ahora entiendo por qué cada día hueles peor… -siguió secando la jarra como si nada. Yo me encogí un poco en el asiento y disimuladamente olfateé. Rober tenía razón-. Hoy te vienes a casa, te descontaré algo del suelto como alquiler hasta que puedas irte a otro sitio decente.

Se volvió para colocar la jarra en su sitio.

-Ahora saca los barriles vacíos a la parte de atrás -me mandó.

Y así cambié de domicilio. No me hice preguntas en ese mismo momento, quizá porque con todo lo que me había pasado en los últimos días mi mente había puesto el piloto automático. No pensaba más allá del momento presente.

Por la madrugada, al cerrar el local, me fui con Rober en su coche (un todoterreno Nissan Terrano II negro, algo viejo). Bobby también venía, por lo visto, compartía piso con el jefe. Llegamos en unos quince minutos. Era un bloque de cuatro pisos de altura (no había edificios especialmente altos en aquella zona) en bastante mejor estado que aquel en el que había estado pernoctando las últimas noches, y alejado de la zona más conflictiva del barrio; aunque bastante feúcho, de ladrillos de arcilla rojizos y bastante austero en cuanto a estética, no tenía mala pinta. El piso en cuestión era el último, el cuarto.

Al abrir Rober la puerta oí unas voces que venían del fondo del pasillo. Conforme llegábamos hacia lo que debía ser el salón, distinguí que se trataba de una niña y una mujer. Al entrar me quedé un poco atrás, al fin y al cabo era un nuevo invitado.

-¡Robybobby! 

La niña saltó del sofá y se lanzó trotando hacia Rober y Bobby. Rober la cogió en brazos.

-Buenas tardes, pequeñaja. ¿Te has portado bien? 

-¡Sí! -dijo la niña levantando ligeramente la barbilla, con una graciosa expresión de orgullo. El pelo castaño que le caía hasta los hombros.

Me fijé en la mujer que estaba sentada en el sofá, justo al lado de donde hacía un momento estaba la niña. Debía rondar la edad de Rober, alrededor de cuarenta. Llevaba el pelo oscuro recogido con una pinza marrón, sonreía mientras miraba con sus ojos oscuros a la niña y a Rober.

-Es más buena que todas las cosas… -dijo, con un ligero acento andaluz mientras se levantaba del sofá también. Debía medir sobre uno sesenta y cinco. Estaba algo delgada pero fibrosa.

Rober se cambió de brazo a la niña.

-¿Quieres quedarte a cenar, Duna? -Rober me miró tras decir esto-. Ah, este es Fabio, el nuevo currante. Va a quedarse un tiempo con nosotros -me encaró a la niña también, que me miró con sus claros ojitos azul verdoso-. Esta ratita se llama Alma -la niña sonrió al darle un mordisquito cariñoso Rober en un moflete.

-La familia crece -sonrió Duna y me dio un par de besos-. Encantada, Fabio -volvió a mirar a Rober-. Hoy no puedo quedarme, he de recoger a una compañera, lo siento- le hizo una carantoña a la niña, que al oír su negativa puso morritos-. Otro día me quedaré y después de cenar haremos fiesta de pijamas tú y yo, ¿eh?

-¡SÍ! -Alma levantó ambos brazos como un resorte; Rober esquivó el golpe sólo por centésimas de segundo. 

Tras marcharse Duna, recuerdo aquella primera “cena” muy vagamente, como ya he dicho, estaba muy en modo piloto automático, no era para menos, claro…



Así comenzó mi nueva rutina. Compartía la habitación de invitados con Bobby. Por lo que este me contó, hacía no mucho él dormía en el cuarto donde ahora estaba durmiendo Alma, porque allí dormían la niña y Duna, que pasó unas semanas con ellos poco antes de que llegara yo. La primera mañana en el desayuno me sorprendió que Rober siguiera dándome aquel mejunje que sabía a rayos, tenía una textura aceitosa y me había estado dando desde que empecé a trabajar en el pub, y ellos comieran comida normal y corriente.

-Prueba a comer un poco de pan… -me dijo.

Al intentar tragar el primer bocado noté que no me iba a sentar bien. Tuve que ir a tirarlo.

-Aún no puedes. No te preocupes, pasa siempre con los recién convertidos. Lo… -miró de reojo a la niña y calló. Me hizo un gesto asintiendo, como diciendo “luego te cuento”.

Y efectivamente horas más tarde, sobre las seis, al ir con el coche hacia el local para abrir aquella noche, me contó.

-El sistema digestivo del recién convertido no tolera otra cosa que no sea sangre.

-Pero… -comencé, antes de que él siguiera rápidamente.

-El “batido” que te he estado dando es prácticamente todo sangre, con algo de pan rallado, agua y pepino licuado, pero muy poco de estas tres cosas, o lo echarías todo -vio de reojo mi expresión de asco-. Tranquilo… No es humana, ¿me ves pinta de millonario?. Es de cerdo -mi expresión no cambió-. ¿Nunca has comido sangre frita?¿O morcilla? Pues es lo mismo pero crudo, no pongas esa cara…

Al momento se me ocurrió la pregunta del millón.

-¿Y quien no tiene la suerte de toparse con alguien que le adopte y le prepare esto?

-Intentan comer como si nada hubiese ocurrido, les pasa como a ti, siguen intentándolo pero el cuerpo lo rechaza. Al llegar a cierto punto de hambre sienten el impulso de morder cualquier cosa viva que se mueva a su alcance. Y claro, hoy en día suelen ser personas. Eso es delito. Además, sin control suele generar una dependencia muy fuerte. Si un recién convertido es abandonado a su suerte, lo cual también es un delito y bastante grave… Se acaba convirtiendo en un monstruo de verdad.

-Entonces, ¿no chupáis la sangre a la gente…?

-Chupamos. No chupamos la sangre a la gente -Rober miró a mano izquierda para asegurarse de que no venía ningún coche y aceleró de nuevo-. Bueno… Hay quien sí, claro, como hay quien roba o agrede a alguien. Pero se la juegan al hacerlo.

-Si les pillan… ¿es que hay una especie de policía vampírica? -pregunté, divertido.

-Piensa, deja a un lado cualquier idea de cuentos de terror o películas -al ver que yo no reaccionaba, continuó-. ¿Cuánta gente hay en este planeta?

Como no dijo más, deduje que no era una pregunta retórica.

-Unos siete mil millones de personas…

-Siete mil millones. Así a bote pronto creo recordar que había en el mundo alrededor de doscientos millones de gente como nosotros la última vez que oí o vi el dato en algún sitio. No llegaba a doscientos. Eso oficialmente, claro, súmale algunos millones más de descarriados sin censar. Por mucho que en las leyendas y mitos se nos vea como un peligro, la verdad es que el peligro existiría para nosotros si realmente el resto de la humanidad supiera de nuestra existencia en el mundo real. Debemos seguir siendo ficción por nuestro bien, y si muchos van por ahí dejando seco al primer transeúnte que encuentran, al final la gente podría empezar a dar mucho más crédito a los conspiranoicos que aseguran que existimos. Eso acabaría llevando a nuestro descubrimiento. 

-¿Y eso no sería bueno?

-Los seres humanos se odian e incluso matan entre ellos por particularidades raciales como la pigmentación de la piel, o diferencias culturales, sociales, políticas, religiosas… Cuanto más grande es la diferencia, más se odian. Porque no hay otros a quienes perciban todavía más diferentes. Si a eso añades los miles de años de historias de terror que nos hacen ver como monstruos y una amenaza para cualquier persona… ¿Qué crees que pasaría?

Pensé un momento.

-Nada bueno.

Rober asintió. Aceleró en la avenida que llevaba a la calle donde se encontraba el local.

-En un tiempo, quizá en días o semanas, podrás volver a comer comida normal, aunque poca cosa y no te aportará ninguno de sus nutrientes, así que también tendrás que beber tu ración de sangre. Hay que habituarse, con el tiempo y controlando las cantidades, se digiere igual la comida, aunque nuestro sistema no procese ninguno de sus nutrientes. Sólo te sacia, no te alimenta. Acabarías muriéndote por malnutrición sin sangre. Lo de comer… Lo hacemos para recordar que a pesar de todo seguimos siendo humanos, nada más. 

-Rober echa de menos cuando era joven y humano, por eso lo hacemos -soltó Bobby con una sonrisa sarcástica.

-Lo hace mucha gente. Y no tienes ni idea de cuando fui joven y humano ni si lo echo de menos, capullín. Y hoy te vas a limpiar y fregar todo el almacén tú solo, y cuando termines lo mismo con los váteres y las botellas de la barra.

-Era broma jefe…

-La mierda que hay en el almacén y en los baños no es broma -Rober no parecía molesto, incluso medio sonreía-. Además, le tengo que ir enseñando a Fabio a estar en la barra, no se va a dedicar siempre a limpiar y recoger vasos y botellas. 

Bobby soltó un bufido de disconformidad, pero lo aceptó, siguiendo con esa expresión divertida en la cara.

-¿Morir? -pregunté, con el ceño fruncido.

Esta vez incluso Rober sonrió.

-Anda, olvida las historias, no somos el Conde Drácula. Duramos más, sin duda, pero morimos si no nos alimentamos, no nos quedamos hechos mojama en modo reposo hasta que volvamos a ingerir sangre -aparcó en la parte de atrás del local.


Fui de culo esa primera noche de barman, porque a la postre era un viernes y el local se llenó. Y la gente que acude allí bebe como si hubieran pasado una semana en el desierto. Además de vez en cuando me tocó salir a limpiar y recoger igualmente, porque se había ido la otra camarera y sólo estábamos el jefe, Bobby y yo, e incluso el segundo tuvo que interrumpir en ocasiones su tour de limpieza para ayudar fuera. 

Ese día y el siguiente caímos rendidos en la cama al llegar a casa. El domingo no fue tan pesado, y se notó porque Bobby y yo estuvimos un buen rato charlando antes de dormir, cada uno echado ya en su cama.

-¿Sabes lo que me sorprende? Que en el tiempo que llevo con vosotros en el pub no haya habido ninguna pelea, ni siquiera media bronca -dije.

-Uff… Yo he visto alguna. Una vez incluso tuvo que ayudar a los seguratas Rober. Fue un espectáculo -rió Bobby.

-¿Qué pasó?

-¿Qué impresión te dio el jefe la primera vez que lo viste?

Me acordé de aquella noche con Milena, en la que vi por primera vez a Rober sin saber que poco después pasaría todo lo que había pasado. Me invadió una ola de nostalgia sin saber por qué.

-Me dio la impresión de que mejor no meterse con él.

-Pues eso, Rober zurró bien a los gilipollas que la estaban liando. A veces me pregunto por qué no se queda controlando como seguridad en vez de ponerse detrás de la barra, se ahorraría el sueldo del gorila de Nando.

-Y podría contratar a más gente para la barra.

-Antes llegaron a haber dos camareras además de Rober, Lorena (la última que se fue) y Duna, que estuvo un tiempo.

-¿La chica que estaba cuidando a Alma?

-Sí. No digas nada, pero creo que Rober está pillado por ella -rió por lo bajo.

Me acomodé los antebrazos detrás de la nuca.

-Y… Bueno, ¿la madre de Alma?

Bobby alzó un poco las cejas.

-No habla nunca de eso. Supongo que…

Entendí lo que quería decir al vuelo, así que cambié de tema.

-¿Cómo le conociste tú?

-¿A Rober? Pues… Más o menos como tú, por casualidad. Un día me dio por perderme por la zona chunga de la ciudad -sonrió ligeramente, pero noté algo en sus ojos y su garganta que quitaban la validez a ese gesto.

-Vaya, cuando se me ocurrió a mí creía que era una idea novedosa…

Bobby sonrió, esta vez mucho más genuinamente.

-Bueno, supongo que… -pensó un momento. Volvió a ponerse serio-. Quizá otro día te cuente con más detalle las razones, el caso es que estaba realmente perdido aquí. Como tú y muchos otros conocí el edificio abandonado, también dormí allí una temporada…

De repente sentí que debía preguntarle urgentemente.

-Cómo… ¿Alguien te llevó? -el ritmo cardíaco se me había acelerado ante la perspectiva de que Bobby supiese algo de Milena… Y al mismo tiempo por imaginar que lo que tuvo conmigo no fue nada especial.

-¿Al edificio? No, lo encontré de potra, iba vagando por las calles y me di cuenta de que estaba abandonado. Empecé a dormir allí por las noches. Al menos ya no tenía que hacerlo en cualquier rincón de la calle o algún portal, pero aún así estaba bastante acojonado. Una noche… Bueno, yo creía que sólo había sido un sueño… Algo… Alguien me descubrió y… La verdad es que no recuerdo nada más, cuando desperté me encontraba fatal. Creía que iba a estirar la pata, no hace falta que te lo describa, supongo -asentí. Sabía perfectamente como se había sentido tras despertar después de haber sido convertido-. Tras unos días vomitando lo poco que conseguía para echarme a la boca empecé a notar que se me iba la olla… Además, salir de día era una putada, ya sabes. Tras varios intentos decidí no volver a salir del edificio si no era de noche. Las primeras semanas los recién convertidos son más sensibles al sol de lo normal. Una noche llegué por casualidad al pub de Rober. Nando no me dejó entrar, claro. Me quedé rondando por allí hasta que vi salir a tres tipos con una chica. Me acerqué impulsivamente a ella… Se me había ido la olla por completo y supongo que iba a morderle. Entonces un tren de mercancías me embistió, o lo que es lo mismo, Rober me empujó al otro lado del callejón. Por lo visto no le gustaron las pintas de aquellos tres y tampoco que la chavala, que iba hasta las cejas, se “fuese” con ellos. 
»Los tres cabrones ahuecaron el ala inmediatamente y la chica allí se quedó allí, sin enterarse de mucho. Rober me dijo que volví a intentar morderla, e incluso a él. Tuvo que inmovilizarme y pedirle a Nando que trajese una botella de su delicioso batido, la cual Rober me puso en la boca como si estuviera dando el biberón a un gatete especialmente violento. Joder, suena ridículo, seguro que me mintió en esto para quedarse conmigo… A la chica la llevó a su casa él mismo. Total, que al beberme el batidito me quedé atontado un rato hasta que volví a ser yo. Estaba en el almacén del local, ya habían cerrado. Él se quedó conmigo aquél día, le conté toda la historia y como a ti, a Duna y a algunos otros me adoptó. Al menos hasta que consiguiera valerme por mí mismo. Y aquí sigo, currándomelo para ello.

Me quedé en silencio un momento. 

-Rober parece un gran tío…

-No quiero ni pensar en lo que hubiera podido pasar de no haberme encontrado con él -Bobby alcanzó una botella de plástico y dio un trago-. Aunque en aquél momento no creo que me importase mucho.

Pensé en que yo también podría haberme convertido en un puto caníbal sin cerebro.

-Ni yo…

Bobby volvió a dejar la botella en su mesita.

-¿Y tú cómo acabaste conociéndole? -preguntó.

Le conté mi historia por encima, pero creo que no omití nada, ninguna de las razones que me habían llevado a tener la idea de perderme una noche de juerga por una de las zonas con más mala reputación de Levantia, ni lo que pasó aquella noche con Milena, aunque no entré en detalles, claro. Y finalmente, desde que desperté tres días después hasta la noche en que Rober me “contrató”. Bobby se quedó pensativo.

-Ya recuerdo. Rober me dijo que echara un ojo a una morena que iba con un pipiolo una noche, eras tú. Lo cierto es que la miré más a ella, pero no me pareció… Bueno, seguí a lo mío. Pero me acuerdo bastante bien de ella.

-¿La has visto alguna otra vez?

-No -se rascó la frente-, pero… 

-¿Crees que también te convirtió ella? -le pregunté.

-Puede ser, no sé. Aunque conmigo no se “entretuvo”, eso seguro -sonrió irónicamente.

Sé que es una estupidez, pero por alguna razón me sentí mejor al escuchar esa última frase.

-Y no notas… Como… Un magnetismo. Como cierta urgencia por… No sé, ¿que vuelva quien te convirtió? ¿Una explicación o algo así?

-Supongo. Aunque me da que lo tuyo es más por otras razones -me miró divertido- y lo entiendo.

-¿Por qué?

-Es un pibonazo.

Me quedé parado mirándole.

-No, yo me refería a… -lo cierto era que en gran parte Bobby había dado en el clavo aunque yo no quisiera reconocerlo, pero había algo más que yo no me podía explicar-. Alguna especie de conexión, como… Una dependencia o… ¿Un vasallaje?

Bobby se empezó a reír a gusto.

-Que no te creas todas esas mierdas rollo Buffy que estamos acostumbrados a oír. La realidad no es tan fantástica, ya te lo ha dicho Rober. Eh, que es lo más normal del mundo que te hayas quedado medio pillado por esa tía, joder, si yo la hubiese estado mirando un poco más de rato lo más seguro es que también me hubiera pasado -siguió riendo.

-No es eso, joder… -volví a apoyar la nuca sobre mis antebrazos cruzados-. A ver, tampoco voy a discutir tu argumento, pero…-se rió aún con más ganas-. Pero no es por eso. O no solamente… Yo qué sé, vamos a dormir ya.

Él siguió riéndose un rato a mi costa.



Conforme pasó el tiempo, fui notando algún cambio. Por fin logré retener un poco de pan al comerlo, y el contacto con la luz del sol (aunque solía ser el justo y a horas de crepúsculo) no era tan doloroso como antes, si bien seguía siendo bastante desagradable.

-Podrás llegar a soportarlo durante un rato, pero recuerda siempre no exponerte durante las horas en las que el sol esté más alto. Y en cualquier caso, no estés mucho tiempo expuesto.

Me aleccionaba Rober una madrugada, justo antes de que saliese totalmente el sol mientras corríamos por las afueras.

-¿Cuánto es mucho tiempo?

-Lo notarás, aunque yo diría que no más de un par de horas, como mucho, quizá menos.

Paramos en una plaza destartalada, con bancos oxidados o medio rotos y árboles y arbustos poco cuidados para estirar y beber un poco (sangre de algún animal, del cual yo prefería no saber más, mezclada con agua).

-¿Qué tal lo llevas? -me preguntó, mirándome de arriba abajo.

-Me siento bien. De hecho, creo que mejor que nunca. Físicamente al menos.

-Ya, ¿y mentalmente?

-Parece que voy digiriéndolo todo, aunque… Toda una vida de mitos e historias de terror dejan su poso.

Sonrió.

-Recuerdo… -se calló y se quitó una gota de sudor que le caía por la punta de la nariz con el dorso de la mano-. Bueno, es cierto, al principio siempre es así. Pero lo cierto es que más allá de las diferencias biológicas esto no tiene nada de fantástico o fabuloso. Tenemos nuestras vidas, totalmente normales y corrientes dentro de nuestras particularidades y nada más… Y cada uno tiene sus problemas. Intentamos solucionarlos de la mejor manera posible o vivir con ellos como podamos.

-Mi vida ha cambiado con todo esto, a decir verdad.

-Sí claro, cambia, pero igualmente es una vida. Con todo lo que ello conlleva, para bien y para mal. En el fondo seguimos siendo humanos. Aunque seamos más longevos y todas esas mierdas… Somos humanos.

Me miró a los ojos al decir esto.

-Claro -no se me ocurrió otra cosa que decir, apenas hacía un par de meses desde que cambió mi vida y realmente todo seguía siendo nuevo para mí. No podía pretender comprender en aquel momento su punto de vista.

Rober asintió.

-Tú vive, no le des más vueltas -dio un largo trago de su botellín-. Por cierto, para navidad haremos una comida en familia, vendrán Duna y Lorena, la chica que trabajaba antes con nosotros. Y Martín. No le conoces. Es un viejo amigo, un poco peculiar, ya verás, pero inofensivo.

Me quedé un poco parado al oír aquello. De repente me vino una oleada de melancolía, como me había ocurrido ya en alguna ocasión. Eran los momentos en los que me daba cuenta realmente de que este cambio de vida era irreversible y que la anterior había quedado atrás. Rober debió notarlo.

-Recuerda lo que te he dicho, no le des más vueltas. Ya verás, te lo pasarás bien -dirigió la mirada un momento más allá de mí, a mis espaldas, frunciendo el ceño. Empecé a darme la vuelta para ver de qué se trataba pero justo entonces me puso la mano en el hombro-. Vámonos a casa, que se nos hace tarde. O pronto, según se mire.


El sol ya había salido, como indicaba el ligero hormigueo que empecé a sentir en la piel.

1 comentario:

  1. Entrañable y buena versión alternativa al vampiro tradicional 👍

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